Faro, la capital del Algarve es la Granada de Portugal... salvando las distancias (agosto de 2012)


Faro. Ubicación geográfica de la considerada capital del Algarve, de casi 65000 habitantes. Una ciudad más cercana a Sevilla que a Lisboa y que en términos históricos es la Granada de Portugal por eso de ser la última gran plaza que fue reconquistada. Destino turístico de primer orden para, sobre todo, el mercado británico gracias a un aeropuerto en el que operan varias compañías de bajo coste. [Mapas: ViaMichelin].

El puerto de recreo (Doca de recreio, en idioma portugués) de Faro, un puerto protegido por un sistema de ría (la de Formosa), islitas, barreras de arena y pantanos marítimos sometidos a las mareas.

Entre el puerto de Faro y la plaza del Doctor Francisco Gomes han colocado estas letras... que se convierten en objeto de deseo fotográfico para parejas y pandillas.

La "doca de recreio" de Faro, una de las más importantes de todo el sur de Portugal. Al fondo a la izquierda, el museo marítimo. A la derecha, el hotel Eva.

Caminantes frente a la Praça doctor Francisco Gomes, un espacio de transición de la ciudad: recibe varias calles que conducen a la zona portuaria.

Obelisco monumental que recuerda a un portugués ilustre en el nacimiento de la avenida de la República.

Caminando hacia la ciudad vieja (ciudad velha) o la villa adentro (vila-a-dentro), como se conoce a la zona más añeja y primitiva del casco urbano. A la derecha queda el Jardim Manuel Bivar. A la izquierda, una sucesión de edificios de bella factura. Al fondo, coronado por una especie de espadaña-campanario, el Arco da Vila.

La sede del Banco de Portugal en Faro. Edificio de 1926 construído según los criterios de un estilo neorenacentista imaginados por el arquitecto Bermudes Adães. Toques mudéjares, manuelinos,...

Nos acercamos al Arco da Vila.

Igreja da Misericórdia. Detalle.

Arco da Vila. Esta puerta era una de las que custodiaba el acceso al Faro medieval. O mejor dicho. Ocupa su lugar.

Monumento nacional portugués, la estética neoclásica del Arco da Vila obedece a la actuación que tuvo lugar en 1812, previa petición obispal (que antes cortaba el bacalao más) sobre los restos del recinto de raíces árabes anterior, muy tocado por la historia y rematado en su decadencia por un terremoto acaecido en 1755. Del árabe que conservan detallitos incluso en esta obra, todo hay que decirlo.

Bóvedas en ladrillo al paso bajo el Arco da Vila.

Ya estamos en la "villa adentro" o en la "ciudad vieja". Caminamos por la rua do Municipio. Cuidado con los trenes turísticos, que pasan por esta calle no especialmente de ancha aceras.

Rua do Municipio esquina con rua Monsenhor Boto. Una calle en levísimo ascenso.

La rua do Municipio desemboca en el Largo da Sé, lo que podríamos denominar la plaza de la Catedral. Y la catedral, también conocida como iglesia de Santa María, es esa estructura que se intuye al fondo con aires de fortaleza.

Rua do Municipio. Un vistazo hacia atrás siempre nos aporta perspectivas distintas.

La atípica Sé de Faro, vista desde las traseras del monumento al doctor Francisco Gomes. Una catedral con mucho de castillo, más que en otras latitudes. Su ubicación antes fue basílica visigoda y después mezquita musulmana, pero con la llegada de la reconquista cristiana (siglo XIII) se iniciaron los trabajos para darle una forma parecida a la actual. Y decimos parecida porque no se libró de algún saqueo inglés (1596) y alguna sacudida de la tierra (siglo XVIII).



Vista así, desde luego, la fachada de la Sé de Faro es una construcción defensiva.

El atípico acceso a la Sé de Faro, de prototípicos arcos ojivales.

Tres campanas coronan la Sé de Faro. Subir hasta el campanario entra dentro de los 3 euros que cuesta la entrada a su interior. Un gran mirador sobre toda la ciudad y sobre todo los entornos de Faro.

Monumento al doctor Francisco Gomes, también en el Largo da Sé.

Y otra, otra, otra,...

Y en el Largo da Sé, también, y por supuesto, la Cámara Municipal: el ayuntamiento de Faro. Esto explica que este gran espacio empedrado de la ciudad tenga mucha presencia de coches entre semana.

Detalle de lo que era el antiguo Palacio Episcopal de Faro, edificio ubicado en el Largo da Sé.

Gracias a este arco la calle Monsenho Voto (antigua rua do Lyceu), por cuyo otro extremo pasamos antes de camino al Largo da Sé, comunica precisamente con este gran y céntrico espacio de la ciudad.

Largo da Sé, desde el extremo opuesto a todas las imágenes anteriores. Nos movemos.

Unos azulejos en la fachada de un edificio en plena restauración nos recuerdan que estamos "vila a-dentro". Praça don Afonso III.

Escultura conmemorativa a Afonso III, el monarca que concretó la reconquista de Faro en 1249. Portugal se reconquistó antes que lo que hoy es España. Eso sí, hasta que no se firmó un acuerdo de paz en Badajoz que fijó la frontera en el río Guadiana, Castilla peleó por conseguir esta zona (y otras del Algarve) que consideraba suyas.

La escultura de Afonso III, con el Museo Municipal a sus espaldas. Y un coche de "bombeiros" aparcado a la izquierda. El museo tiene su sede en un gran edificio del siglo XVI, el antiguo Convento de Nossa Senhora da Assumpção, y en su fondo cuenta con importantes muestras prerromanas, romanas y musulmanas.

Interesante apuesta municipal que queda muy fina en portugués: bolsitas para recoger los excrementos caninos.

Caminando por la Rua Professor Norberto da Silva. Empedrados irregulares, fachadas poco aseadas, ropas secando al viento y ventanas que escupen melodías melancólicas.

Rua da Porta Nova. Llegando a la Puerta Nueva (Porta Nova), el antiguo acceso que rompía la muralla musulmana para alcanzar el mar... o la costa, dadas las particularidades del océano en este punto del litoral.

La Porta Nova tiene mucha más autoridad desde el otro lado. Aquí, no tanta. Por esta zona se encuentran los puntos de partida de varias compañías de barcos, ferries y demás que desde Faro permiten recorrer el parque natural de Ria Formosa o alcanzar, tras media hora (y 25 euros por persona, que ya es una pasta) la Ilha Deserta y sus paradisiacas y vírgenes playas.

Recorremos parte de la vieja muralla medieval de Faro caminando por la Rua Comandante Francisco Manuel.

El ferrocarril transcurre entre la ciudad vieja y la franja costera. Al otro lado, mariscadores o algo parecido.

Zona de marismas con las que juega la marea cuando sube o baja y que alejan el auténtico océano Atlántico y sus playas unos kilómetros, motivo por el que hay que recurrido a catamaranes de línea como el de la fotografía.

Antiguo castillo de Faro. O restos de un castelo que, tras los más variados lances históricos, se integran en las antiguas (aunque muy posteriores claro) instalaciones de una fábrica de cerveza, motivo por el que se conoce a sus restos como Fábrica da Cerveja.

Murallas de Faro. Junto al Largo de Sao Francisco, allí donde encontraremos los mejores aparcamientos (y también gratuitos), damos con este tramo magníficamente conservado de una "cerca" de origen musulmán que fue levantada durante el siglo IX.

Arco do Repouso, el más hermoso acceso a la ciudad vieja de Faro desde nuestro punto de vista y entrada principal a la misma bajo la dominación musulmana.

El Arco do Repouso, cuyo nombre responde a lo que hicieron las tropas de Afonso III al conquistarle la ciudad a los musulmanes: descansar como bellacos.

Con la reconsquista llegaron varios trabajos de mejora en las murallas y en el que era el acceso principal. El Arco do Repouso original vio como le crecían torres albarranas y mejoras defensivas.

Atravensado el Arco do Repouso, caminamos por la calle del mismo nombre. Estrechita y de empedrado abombado e irregular. Una delicia.

Deshacemos nuestro pasos. De seguir adelante en la ruta que llevábamos en la imagen anterior regresamos a las plazas de Afonso III y el Largo da Sé. Vamos a seguir en el Largo San Francisco, un gran espacio de la ciudad donde se extienden unos grandes aparcamientos turísticos gratuitos (en otras zonas cobran por estacionar el vehículo) que toma su nombre de esta iglesia conventual de San Francisco.

Si la ciudad velha de Faro tiene forma de elipse casi perfecta, la zona más comercial es una anárquica red de calles y callejuelas donde no faltan las estéticas fachadas de vivos colores. Peatonal rua Manuel Belmarco, antigua rua de Sao Francisco.

Lo visto otras veces: la típica calçada portuguesa que en las zonas peatonales crea mosaicos, formas y dibujos combinando teselas de dos colores. Aquí, un pez.

Callejero nuevo. Callejero viejo.

Nunca faltan las banderas portuguesas en las calles de las ciudades y pueblos. Un concepto muy distinto y menos estigmatizado sobre uso que el existente no demasiado lejos.

Pintada callejera en la línea de ese arte urbano que vende mensajes y propone ideas: recíclese a usted mismo, oíga.

Azulejería en la fachada de una vivienda baja.

Trabajadísimos detalles ornamentales de naturaleza geométrica.

Rua do Albergue.

Caminando por la rua Primero de Dezembro. Toda esta zona de Faro está peatonalizada y llena de comercios.

En la praça Dom Marcelino Franco destaca esta vivienda: el palacete Belmarço.

Hermosa vivienda con bajos comerciales en la calle (rua) Santo Antonio.

Estanco de esquina entre las calles doctor Francisco Gomez (izquierda, este hombre tiene de todo en el callejero local) y Teniente Valadim (derecha).

Viendo la vida pasar desde una céntrica terracita...

... donde degustar el siempre magnífico café portugués y unos bollitos de su exquisita cocina. Y siempre, siempre, siempre, tirados de pasta. Da igual dónde estemos.

Un abuelete se protege del sol en su caminar por la rua doctor Francisco Gomes a la altura de la Tabacaria Sancho.

Rua Ivens, al fondo la rua Rua Dom Francisco Gomes.

Rua Conselheiro Bívar.

"Antiguidades". Pues eso.

Ropas al sol en otra céntrica callejuela de Faro.

"Só queremos ver amor!". Más o menos se entiende el mensaje de esta pintada, ¿verdad?

Graffitis en la Travesa da Madalena, una callejuela que hay que contemplar.

Detalle ornamental con azulejería en una fachada de Faro.

Rua Teniente Valadim.

Pared engalanada con trajes típicos y ropajes tradicionales junto a un negocio textil en la zona más comercial de Faro. "Prohibido pegar propaganda".

Una pareja se abraza caminando por la comercial rua Teniente Valadim.

Kiosko de prensa y otros negocios en el ensanche que forman las ruas Ivens y Teniente Valadim que muere en la Praça Ferreira de Almeida.

Praça Ferreira de Almeida. Aquí está la sede del Sporting Clube Farense. O al menos estaba.

Calçada portuguesa en una zona peatonal.

Estamos en el Largo Terreiro do Bispo, otra de esas aformas plazuelas portuguesas que en este caso es una prolongación de la Praça Ferreira de Almeida (busquemos esta, nos irá mejor encontrarla, porque es el nombre actual; Faro funciona mucho con el doble callejero), y aquí se encuentra desde 1925 (nada menos) el restaurante Dos Irmaos (dos hermanos). Engaña. No parece gran cosa desde fuera, pero a medida que vas ingresando en su interior ves que es grande, coqueto y con un punto folclórico muy agradable. Su patio, en verano, es un lugar magnífico para comer y admiten perros siempre que sea en el patio. Algunas guías lo recomiendan. Otros espacios en Internet lo denostan. Como siempre, para gustos las experiencias.



Un típico gallo portugués, símbolo nacional y aquí presente en un paño, decora una de las paredes de este restaurante gestionado por la familia Brasuna.

Cataplana, plato típico del Algarve que luego va teniendo sus particularidades según la población. En ese recipente con aires de fiambrera, del que toma el nombre (se llama cataplana) se elaboran los alimentos al vapor y así nos viene presentados para que nosotros nos vayamos repartiendo. Las apariencias engañan: las cataplanas dan bastante de sí. Las hay de marisco, de cordero,... Basicamente son iguales en lo que a ingredientes se refiere (aunque hay particularidades geográficas) salvo porque cambias el peixe (pescado) por la carne.

Las originales cataplanas de cobre han dado paso, ante la prohibición de usar este material en la cocina, a recipientes de acero inoxidable por dentro recubiertos con una capa estética de cobre. Y una vez servido en el plato... et voilá! Las salsas y caldos de la cocina portuguesa, muy pródiga en especias, son toda una fiesta para los sentidos. Especialmente el paladar, claro.