En bici de montaña por la Ruta de los Collados de la Sierra Norte de Madrid: bendita pizarra


Durísima, sí. Pero también muy agradable. Una ruta exigente cuya dificultad queda mitigada por los paisajes de una de las zonas de montaña menos transitadas de España. Y eso que está a tiro de piedra de Madrid capital. A los pies del Sistema Central en su vertiente sur, allí donde esta cadena montañosa separa las tierras de Madrid y Guadalajara de las de Segovia, la Sierra Norte es una etiqueta comarcal, paisajística y hasta económica. Porque la Sierra Norte también era la sierra pobre, la de los pueblos menguantes, las casas de pizarra y el un día tras otro de la ganadería, porque la agricultura que supere la pequeña escala, la subsistencia, exige esfuerzos complejos y caros. Puede que así, pobre, sea en lo pecunario, pero es una falacia absoluta en los paisajístico. Son zonas quebradas y abruptas, sin grandes altitudes pero sí muchos desniveles. Como si la tierra fuera un paño de cocina que alguna deidad caprichosa ha retorcido a su antojo. En el marco de esta Sierra Norte, en su zona más oriental, allá donde comparte tierras con Guadalajara, la Reserva de Caza del Sonsaz aglutina un buen resumen de lo que orográficamente esconden estos pagos, las sierras de La Puebla y del Rincón, dos propuestas a Reserva de la Biosfera, nada menos. Y con salida y llegada en Robledillo de la Jara (a ochenta kilómetros de Madrid capital) afrontamos un enorme bucle de casi 55 kilómetros. La ruta en cuestión que aquí se aborda [Mapas VíaMichelín].

Perfil de la Ruta de los Collados, o de los Collados Altos, recorrido en bicicleta de montaña con salida y llegada en Robledillo de la Jara tras poco más de 54 kilómetros en los que hay que superar un desnivel positivo acumulado de 1450 metros nada menos que en buena parte, pero no del todo, se desmenuzan en las ocho subidas principales que componen esta propuesta. La Ruta de los Collados, salvo un breve trazado al inicio para coronar el Collado de la Fragüela (el de las antenas) y un mínimo periplo en la subida al Puerto de la Puebla (el coloso de la zona, en términos de puerto de montaña asfaltados) en el último tercio de la ruta, es un recorrido para bicicletas de montaña que transcurre por pistas absolutamente ciclables. En algunas, de hecho, nos encontraremos señales de tráfico al más puro estilo de las viejas carreteras sin asfaltar de otra época. Una primera subida, la Fragüela, nos llevará a un largo, pero no constante, descenso hasta la cola del embalse de El Atazar y el pueblo del mismo nombre, que será la única y última concentración urbana. Desde aquí nos adentramos en la Reserva de Caza del Sonsaz y durante decenas de kilómetros solo nos toparemos con algún montañero senderista. Poco más, salvo algún testimonio de paso humano por los puestos de caza de la Sonsaz, creada en 1973. En El Atazar comienza esa ascensión tan marcada en el gráfico que sí, efectivamente, es la más exigente de todas: la del Collado de la Palanca es una subida dura que en 6,5 kilómetros salva 535 metros de desnivel, 6,5 kilómetros sin apenas vegetación que nos cubra del sol como éste se ponga gracioso. Su pendiente media del 8,3% exige un pedaleo constante y sacrificado. Pero arriba nos dejará en unos parajes que, mientras rodeamos el Pico Porrejón y sus 1864 metros, nos harán cuestionarnos si no estamos en los mismísimos Alpes. El Collado de Las Palomas, el Collado del Salinero, el Collado de la Fuente y por último y de nuevo el de la Fragüela serán los animadores de este bello ejercicio de superación y naturaleza. Un rutón en mayúsculas.

Desde la localidad de Robledillo de la Jara, 103 habitantes empadronados en 2004, comenzamos a pedalear. La ruta que seguimos, la de la foto, es una carretera local (M-130) que nace antes de rebasar el cartel de entrada a poblado. Esa carretera, que asciende en su discurrir hacia La Puebla hasta el conocido como Collado de la Fragüela (primer collado de los que alimentan el nombre de esta ruta) tiene como referencia unas antenas de telecomunicaciones.

No está nada mal el "calentamiento"; y nunca mejor dicho. Una subida con rampas de hasta dos dígitos...

La carretera describe una curva hacia la derecha, pero nosotros la abandonaremos de frente, con rumbo a una pista forestal. Estamos a poco más de 1.150 metros de altitud, apenas hemos pedaleado kilómetro y medio desde la salida y, zas, ante nosotros, la serena belleza inmensa de la Sierra Norte.

Paisajes de una sobrecogedora hermosura con vistas sobre Cervera de Buitrago, El Berrueco,... Al fondo, las serranías donde se asientan la Morcuera o Canencia, un brazo orográfico que apuntala un rincón de no menos belleza como el Valle de Rascafría.

La pista forestal pierde rápidamente altura zigzagueando entre pinares con rumbo a la vera del embalse del Atazar, uno de sus muchos recovecos. Un cortafuegos amplio, sin embargo, invita a más de un ciclista a tantear y desplegar sus dotes de descenso.

Aquí observamos como, escoltados por pinares de repoblación (fundamentalmente pero no no solo), bajamos por esta vertiente de La Fragüela. Una carretera sin asfaltar, ya que está perfectamente señalizada, cuenta con un ancho de plataforma más digno que muchas comarcales y su firme está bien pisado... pero es eso que en Italia conocen como sterrato. "Una carretera histórica que nunca llegó a ser asfaltada", escribimos en otra ocasión y para otro medio.

Cortafuegos con vistas al Macizo de Peña Cabra.

Relajando los riñones... Por esta pista consumiremos los primeros cuatromil metros, algo más, de una ruta que se nos va a los 54,5 kilómetros.

Las bajadas resultan tan empinadas como las subidas. En resumen, que la zona es agreste y escarpada. Y nos conduce a parajes rocosos con hechuras de hoz. Para muestra, un "botón". Salvajismo natural.

La pista nos hace salvar el embalse de El Atazar, una cola del mismo, a 900 metros de altitud. El arbolado comienza a quedar atrás y nos expone a los rayos solares. Ojo con el verano o los días de calor.

Sí, de alli arriba venimos y por ese pinar hemos venido descendiendo.

Subidita puñetera de la que es testigo Cabeza Antón. Un nuevo collado que se coronará a más de 1.000 metros y que nos embocará al descenso hacia el pueblo de El Atazar. Este tramito posee un microclima especial y abundan las jaras.

Vistas sobre el embalse de El Atazar y montañas circundantes. Este embalse entró en servicio en 1972, aunque esta obra de ingeniería comenzó a gestarse en 1965.

El Atazar. Parada técnica en la plaza principal de esta pequeña aldeíta de menos de 100 habitantes, alguno más estacional gracias al turismo rural, para refrescarnos con su agua, el agua que mana de una fuente ante esta iglesia de Santa Catalina. Una iglesia barroca en pizarra. Restaurada con mucho esmero, eso sí.

Rellenando los botes en la fuente que preside de la irregular plaza de la Constitución. El Atazar dependió durante mucho tiempo de Robledillo de la Jara, pero se "independizó" en 1928. Toda la zona, por cierto, fue parte de Guadalajara hasta mediados el siglo XIX.

La pizarra como patrimonio visual de la Sierra Norte: los cánones constructivos siguen unas pautas para la uniformidad de unos entornos rurales en franca recuperación con el auge de un turismo rural que aquí tiene una buena meca por su cercanía a Madrid.

Comparando discos de freno...

El Atazar nos despide con una pista descendente, en los entornos del cementerio municipal, que ahonda en un pequeño vallezuelo labrado por el arroyo de la Pasá. Una trialera paralela es una alternativa para acabar llegando al mismo sitio, más o menos. En un puente sobre este arroyo arranca la, posiblemente, subida más dura del día: el Collado de la Palanca. Éste, vamos, que entronca con el sendero de gran recorrido GR-88.

Primeros y arbolados metros del Collado de la Palanca, vía de acceso al corazón de la Reserva de Caza del Sonsaz, territorio de frontera con la vecina Guadalajara y también punto para llegar a la Cueva del Reguerillo, que quedaría accesible a nuestra derecha gracias a una nueva pista que en esta ruta de los Collados ignoramos. Más adelante pasaremos una portera en la que, ahora sí, se nos avisa que estamos en la Reserva Nacional de Caza de Sonzaz.

Pedaleando por la Sonsaz, una sucesión de herraduras iniciales endurece esta ascensión de 6,5 kilómetros con tres kilómetros en torno al 10% de desnivel medio. Una subida de constancia con un premio enorme a nuestras espaldas: una panorámica como la que abre esta entrada.

El Collado de la Palanca va ganando altura a media ladera sin prisa ni pausa... ni sombra. Nos vamos a encaramar a más de 1.500 metros de altura. En otro tiempo más "prehistórico" para el ciclismo por aquí podría haber pasado perfectamente una Vuelta a España. Mejor así, puesto que el asfalto se ha quedado fuera de esta maravilla natural. Por cierto, antes pasaremos una bifucarción: vayamos por la pista de la izquierda. Después, todo es intuición y seguir por la vía principal.

A punto de alcanzar la cumbre del Collado de La Palanca. Poco antes se incorpora un camino que baja del Cerro de la Torrecilla. A estas alturas habremos pedaleado 17,5 kilómetros, más o menos, y entramos en una fase que alterna subidas y bajadas, con grandes vistas a nuestra izquierda sobre todo el valle.

El GR-88 es una bendición de ruta. Paisajes sobresalientes...

... que nos endulzarán las rampas puñeteras que vienen apareciendo de vez en cuando. Territorio absolutamente comanche durante diez kilómetros en los que pocas señales de vida humana veremos. Pocas pocas.

Los paisajes de la Sierra Norte, esos que dicen son una evocación sobresaliente de las historias que narra Tolkien en sus libros...

... pero sinceramente esperamos que las garras de la especulación los dejen en paz por los siglos de los siglos.

La pista aumenta la densidad de la piedra pizarrosa. Ojo con los pinchazos o las rajadas de cubierta.

Nuestro periplo hacia el Collado de las Palomas, a más de 1620 metros de altitud, nos regala paisajes "tan alpinos" como éste en cuestión. Precioso Pico Somosierra.

Se aprecia a la perfección el trazado a media ladera de esta pista de uso fundamentalmente forestal que, sin embargo, también comunica con muchos puestos para cazadores. Recuerden, zona de caza. Tan de caza que incluso han querido darle "más fuste" introduciendo sobrantes de cabras montesas.

Serranías y caminos. La reserva de caza fue creada en 1973, pero curiosamente se integra dentro de una zona que, dada su riqueza, ha sido reconocida como Reserva de la Biosfera.

Una buena panorámica de lo que, básicamente, hemos recorrido. Nos acercamos a la treintena de kilómetros recorridos.

Pedaleo en equipo... recomendamos afrontar esta ruta siempre acompañado dada la gran cantidad de kilómetros alejado de toda señal de humanidad.

Abismos.

Otro tramo de evocaciones "alpinas".

Subiendo y bajando, rumbo al Collado de las Palomas.

Subiendo y bajando, rumbo al Collado de las Palomas. El tiempo, de alguna manera, parece haberse detenido en toda esta zona.

Un descenso agradecido.

La pista coge un perfil descendente en una zona pródiga en lajas de pizarra suelta.

A veces para saber dónde vamos lo ideal también es tener muy claro de dónde venimos...

Zona de transición entre collados y con vigías orográficos a nuestras espaldas.

Curvas de herradura "forestales".

Una subida que se atraganta bastante ésta que nos lleva al Collado de las Palomas. Y que no parece que suba. Pero vaya si sube, vaya.

Paisajazos desde el Collado de las Palomas.

Collado de las Palomas. Paso canadiense. Y al otro lado, un par de parapetos de piedra donde abundan los cartuchos (y en ese momento, algo de basura, digan lo que digan los usuarios cazadores, en forma de paquetes de tabaco arrugados y alguna lata): puestos de caza.

Reanudando la marcha tras una parada en el Collado de las Palomas. 31,5 kilómetros de ruta. 1625 metros de altitud.

Entrecollados. Y paisajes "peinados". Subiendo, bajado. Subiendo, bajando. Todo el día.

Collado del Salinero, visto con algo de perspectiva. Terreno en recuperación forestal y zona de explotación maderera en los entornos del Pico Porrejón (1864 metros). Una zona que roza los 1.600 metros de altitud.

Laderas y caballos. No hace mucho que, tras coronar el Salinero, hemos cruzado un paso canadiense que nos avisa de que ya no estamos en la Reserva de Caza del Sonsaz.

La pista, como se observa, desemboca en un tramo de asfalto. Es otra vez la carretera M-130, de trazado circular por esta zona, y vamos a merendarnos, o a degustar, sobre un kilómetro de la vertiente "norte" del Puerto de La Puebla. Un puerto menos mediático que Navacerrada o La Morcuera. Más tranquilo, menos duro, acaso más bello. Diferente, en todo caso.

Ciclistas siempre vigilantes. Observamos si viene tráfico antes de incorporarnos a la M-130, en su vertiente "norte" del Puerto de la Puebla. Llevamos recorridos casi 37,5 kilómetros.

Negociando una curva de herradura en el Puerto de la Puebla, paso de montaña que se corona un poco después (a la derecha), aunque nosotros lo pedaleamos poco más de un kilómetros y lo abandonamos justo en esa pista que se aprecia en la posición de la toma de fotos. No es duro duro, pero se agarra.

Contrastes otoñales en la Sierra Norte.

Pista que nace en una curva de herradura del Puerto de la Puebla y que nos conduce hasta el Collado de la Tiesa. Otra zona muy muy bonita.

Estampas otoñales en la Sierra Norte. Cerquita del Puerto de La Puebla, un paso de montaña que une La Hiruela y La Puebla de la Sierra y que pronto será pasado por la Vuelta a España bien como obstáculo o bien como meta. Estamos convencidos.

Llegando al panorámico Collado de la Tiesa, otro "col" a más de 1.670 metros de altitud. Técnicamente, el techo de esta Ruta de los Collados de la Sierra Norte.

Vistas desde La Tiesa. La Sierra Norte en toda su expresión. Por ahí al fondo discurre la Autovía Madrid-Burgos, pero apenas se la nota.

Sierra Norte. Las sierras vecinas de las montañas de La Hiruela y La Puebla. Sierras todas con nombre y tradición. Terreno agreste, de climas extremos. Vida dura. Pero belleza paisajística.

Dejando atrás el Collado de la Tiesa, con preciosas vistas al fondo sobre Cabeza Antón y unos pagos bajo los que nos movimos un rato antes. Entramos en una zona que nos sorprenderá con alguna rápida bajada que, después, nos apuñalará los gemelos con una buena cuesta que se hace más dura aún por la carga de kilómetros.

Por el Collado de las Fuentes. Un collado a más de 1.300 metros. Técnicamente, es el séptimo de los que conforman esta ruta. Siete oficiales, alguno que otro más oficioso.

Qué duro se hace ya cualquier repecho pese a la bondad del firme (en el sentido de que es completamente transitable).

En la montaña, ya se sabe, el tiempo puede cambiar rápidamente. Se nos nubla un día magnífico de ciclismo de montaña. Y pensar que unas horas antes andábamos por la otra vertiente... Dejando atrás el Collado de las Fuentes, donde existe una, para seguir por una pista ascendente que muere en la M-130 y, poco después, en el Collado de la Fragüela que nos "calentó" de lo lindo al partir.

[OCTUBRE DE 2005]