De pintxos, vinos, templos y alguna bodega en el casco viejo de Logroño (marzo de 2012)



Una encrucijada, un enclave de frontera, un punto de encuentro, un hito más en un largo Camino (con mayúsculas, sí, por eso de que se trata del que va a Santiago) y una meca para el amante del vino y el pintxo. Todo eso y mucho más es Logroño, una capital de La Rioja con el mal endémico de otro lares, el de venderse bien pero en un determinado aspecto y dejarse llevar en otros. ¡Hay tanto de lo que presumir más allá del vino (tan explotado en todo el territorio riojano), la calle Laurel o las cuatro pinceladas sobre su aportación jacobea! Todo es opinable, claro; Y esto no deja de ser una opinión más. Acaso percepción en dos primeras personas. Logroño tiene un punto peligroso, el de dejarse llevar en la cuestión del tapeo. Aquí los pinchos, pese a todo muy elaborados y por lo general exquisitos en su amplia variedad, se pagan. Y si sumamos rondas de vino (que si degustamos el Azpilicueta, el Tobía, el Ramón Bilbao, el Cuatro Pagos, el Bau, el Ontañón, el Dinastía Vivanco, el Rioja Bordón...) y su correspondiente pincheo, el trasiego por las calles Laurel y San Juan, que tanto monta como que monta tanto una que la otra en actividad lúdica de barras y fogones, no sale tan económico. ¡Pero algunos pintxos, que si las zapatillas (rebanadas de pan con jamón y tomate), que si los champis, que tal, que si pascual, están tan buenos! Empero, ahí queda el aviso.

La capita de La Rioja, agradable y sugerentes como pocas para el pateo, también es una pionera después de haberse convertido en la primera ciudad designada Capital Española de la Gastronomía, un título impulsado en 2012 por la Federación Española de Hostelería (FEHR) y la Federación Española de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET). Una consideración que realza sus indudables atractivos enológicos y gastronómicos, simbolizados en esas dos calles y que desde aquí nos gustaría reivindicar para otro establecimiento con una filosofía particular, un servicio sobresaliente y atento y una decoración tan moderna como original: el Juan&Juan. Este restaurante, ubicado en el número 13 de la céntrica calle Sagasta (Teléfono 941 229 983), fue una recomendación de un logroñés que nos encandiló desde su carta, en absoluto cara y sí enjudiosa en las raciones, hasta su tarjeta de visita: “La amistad es el plato fuerte del banquete de la vida”, rezaba esta última.

El centro, una ciudad vieja en la que no resulta muy complicado imaginarse el perímetro de unas antiguas murallas de las que no queda más testimonio que la puerta y el cubo del Revellín, es toda una sucesión de fachadas de otro siglo, pródigas en balconcitos acristalados, modestas apuestas cromáticas y cuatro alturas. Más recuperada en su zona oeste. Más afeada en la este; y también en esta última con más actuaciones de recuperación. En la vieja muy romántica, como muy del siglo XIX, como muy de los tiempos de uno de sus hijos pródigos, Práxedes Mateo Sagasta (realmente nació en la comarca de Cameros, pero anduvo bastante por aquí), o uno de sus ilustres, el general Baldomero Espartero, un manchego asimilado por nupcias con una biografía apasionante y una personalidad, así lo creemos, que habría que reivindicar. Y aunque son varios los establecimiento hosteleros cercanos al centro, para esta última visita nos decantamos por el NH Herencia (Marqués de Murrieta, nº 14), un cuatro estrellas con 83 habitaciones para el que encontramos una (consideramos) buen precio por una habitación doble durante dos noches (120 euros). A cinco minutos del meollo logroñés.

Teniendo una catedral que es una atípica maravilla por su ubicación con respecto a su entorno (en la hermosa plaza de la Constitución, la misma que atraviesa en un costado la calle Portales), por su portada (todo un retablo en piedra) y por esas dos torres, las gemelas las llaman, que son una referencia para guiarte por toda la ciudad, no menos hermosos son las iglesias de Santiago y de San Bartolomé. La primera, junto al trazado del camino, allí donde la calle Ruavieja cruza con la Sagasta y se convierte en la Barriocepo, allí donde en otro tiempo existió una cárcel municipal y hoy sigue escoltada por la cercana fuente del peregrino y por una especie de juego de la oca gigante con los casilleros ambientados en las etapas del Camino. La segunda, la del patrón de la ciudad (y no San Mateo, aunque lo pueda parecer por unas fiestas que tienen hasta un afamado torneo de pelota a mano), vejada por la historia pero afortunadamente superviviente; y capaz de enamorarnos con su una de las portadas más impactantes que hemos visto y de las que menos hemos oído hablar.

No hay más secretos: buenos paseos, pocas prisas y ganas de pasarlo bien. Tres directrices fundamentales para disfrutar de Logroño, una ciudad sorprendente. In vino veritas, que decían aquellos; pero siempre con moderación.


Logroño, plano de ubicación. Estamos hablando de una ciudad integrante del Camino de Santiago, encrucijada entre Navarra, el País Vasco y Castilla y León (a través de Burgos y Soria).


Fachadas en la plaza Alférez Provisional.


Edificios en la plaza Alférez Provisional de Logroño.


Restos de un lienzo de la antigua muralla de Logroño, cuyos restos han ido reapareciendo periódicamente en el casco viejo en las dos últimas décadas. El gran vestigio del Cerco de Logroño.


El Cubo de Revellín, cubo artillero diseñado por Lope de Insturizaga y finalizado en 1524 como regalo de Carlos I a la ciudad por su resistencia en un ataque franconavarro liderado por Francisco I tres años antes, en 1521. Como se levantó un 11 de junio, San Bernabé, pues ese día se convirtió en festivo local; una cofradía específica es el motor de esta fiesta marcada por el reparto de peces y vino de forma gratuita. Actualmente alberta un espacio museístico de entrada libre.


La afamada, querida y simbólica Puerta del Revellín, coronada por el escudo de Carlos V y los dos de Logroño. Este antiguo acceso a las viejas murallas es el único que se conserva de aquellas protecciones. Por ahí, además, pasaba el Camino de Santiago a su paso por la ciudad. Por eso también se la denomina Puerta del Camino.


Arco del Revellín. Detalle de lo que podría denominarse "jamba", sin serlo exáctamente.


Arco del Revellín. Profundamente restaurado, la nueva imagen le ha sentado bien a este querido monumento local.


Esta obra (1992) del riojano Miguel Ángel Sáinz (1955-2002) ubicada en la plaza del Parlamento, junto a la Puerta del Revellín, se llama Hombre Histórico. Fue donada por la Tabacalera con motivo de su centenario e instalada en un lugar donde se encontraron antiguamente sus instalaciones en la ciudad.


Antiguo edificio de la Tabacalera (y anterior convento de La Merced), actual sala polivalente Amós Salvador, un espacio cultural en el mismo centro de la ciudad.


Los marchosos, obra del chileno (que se asentó en Logroño, donde falleció) Alejandro Rubio Dalmati y de Alejandro Narvaiza Rubio. Ubicada en la calle Portales desde 2003 con motivo del XXV aniversario de la Marcha al Monasterio de Valvanera.


Parlamento riojano, ubicado en un antiguo convento de La Merced (siglo XII) que perdería su uso religioso durante la Guerra de la Independencia y pasaría a ser hospital de guerra, almacén de tabacos,... En 1984 se inició la restauración para su actividad actual.


Fachadas y empedrados en la céntrica calle Barriocepo. ¡Menudo nombre más rotundo! Estamos en una de las calles más antiguas de la ciudad, levantada sobre la ruta jacobea en su periplo logroñés y donde se construyeron, cosa lógica, algunos palacios de cierta enjundia (el de los Marqueses de Legarda, el de los Fernández de Ástiz,...).


Contrastres entre lo nuevo y lo viejo en un callejón que desemboca en la BarrioCepo.


Plaza de los Portales, antesala de la calle del mismo nombre, la peatonalizada arteria central de Logroño.


Caminando por la calle Portales, la gran vía del casco viejo logroñés. Al fondo, soberbia, la catedral, realmente concatedral por una cuestión de diócesis compartida.


Una fachada en la calle Portales. Esta vía ha recibido varios nombres a lo largo de la historia: de las Tiendas, de la Herventia, de la Constitución, de la Paz, del Mercado, de la República, del General Mola... Es la Portales desde 1979.


El Nuevo Mundo, en el número 61 de la Portales. Hermosísima fachada.


La Villa de Madrid. Otro de esos comercios con solera y personalidad. En la confluencia entre la calle Portales y la de Sagasta.


Seguimos en la calle Portales. En esa imagen sí que se aprecia el porqué del nombre.


Concatedral de Santa María de la Redonda. Logroño comparte la diócesis con Calahorra y con Santo Domingo de la Calzada. Estamos ante un templo fundamentalmente barroco característico por sus dos torres gemelas (así las llaman, "las gemelas"), su pulcra orientación de oeste a este y el supuesto lienzo de Miguel Ángel que custodia en su interior. Aquí descansan los restos de Baldomero Espartero.


Fachada de la catedral de Logroño, todo un retablo en piedra donde no faltan ni los evangelistas ni tampoco cuatro arcángeles ni tampoco un Dios que controla todo el percal. Una obra monumental que llama la atención en la plaza del Mercado.


Detalle escultórico de su recargada (dicho sin sentido peyorativo) fachada.




Portada lateral, realmente Portada Sur, de la catedral, acceso desde la calle Portales. Obra de Sebastián de Portu en el siglo XVIII. Está coronada por una imagen de la Asunción.


Un chaval atraviesa la calle Portales a la altura de una vieja pintada en uno de los muros de La redonda.


Otra fotografía de la calle Portales.


Fachadas coloridas en la plaza del Mercado.


La calle Laurel, la afamadísima calle de bares de Logroño que, sin embargo, tiene una seria competidora en la cercana calle San Juan.


Confluencias de la Travesía Laurel (a efectos "barísticos" un parte más de la célebre calle) y la calle Laurel. Estamos en una de las dos zonas pata negra para el tapeo logroñés.


Las Quejas. En este local la propuesta son unos bocatitas bien presentados y de tamaño más que aceptable que se llaman así, quejas. Ofrecen varios tipos a elegir y su precio medio ronda los 1,90 euros. Dos vinos y dos quejas te dejan la ronda en 5,20 euros.


Calle Laurel, casi despoblada. Muchos bares, la mayoría, cierra en torno a la hora de comer para reabrir por la tarde noche. El ritmo es frenético en hora punta, es un no parar.


Bar Tio Mauri. Especializado en las cosas del cerdo y decorado con muchos cerditos de peluche, de barro,... Lo mejor es verlo. Y comprobar el cartel de su entrada: no atendemos a despedidas de soltero. Dos pintxos a la parrilla (la mayoría de las tapas se pasan por la parilla) y dos crianzas Tobía ascienden a 6,30. Aquí la cosa ya va subiendo de precio y, claro, de nivel etílico.


La taberna del tío Blas. Un establecimiento mítico de la calle Laurel. Cierto que muy remozado con respecto a cánones más clásicos. Sus propuestas de pintxos, ideadas por Imanol Porras, son absolutamente indispensables. Si vas a Logroño, vamos, hay que entrar a conocerlo. Aquí le damos al crianza de Ramón Bilbao, que es muy de nuestro gusto. Dos rondas dobles, con sus respectivos cuatro pintxos (buñuelo de carne con pimientos, pintxo moruno, tortilla, bocatita), nos salen por 16,30 euros.



Calle Laurel, nº 1. La taberna del tío Blas.


D. O. Laurel. Aquí se tapean unos solomillitos de ternera (3,5 euros, en la foto ya faltan sus buenas porciones) y se riegan con un par de crianzas de la mediática bodega Dinastía Vivanco de Briones (1,7 euros por copa). No obstante, apunten estas críticas.


Mercado de Abastos. Bien céntrico (entre las calles de pintxoteo y a un minuto de la catedral, a lo sumo) y bien provisto de buenas materias primas.


¿Será por ristras de ajos? Parecen las bolas del sorteo de la Lotería de Navidad justo antes de ser introducidas en el bombo.


Fachadas que se muestran a El Espolón, el gran espacio ajardinado de la ciudad de Logroño. "La plaza del pueblo cuando Logroño era enano", nos relata una nativa.


Estatua ecuestre del exgeneral y expresidente del gobierno Baldomero Espartero, uno de los personajes más importantes del siglo XIX español y capaz de renunciar a la corona cuando le fue ofrecida, ubicada en el concurrido Paseo del Espolón. Es obra de Pablo Gibert y Francisco de Luis y Tomás y fue inaugurada en 1895.


Espartero, de espaldas y con los famosos atribuitos de su montura (ya conocen el dicho...), con la catedral al fondo. Fue construido por suscripción popular en el siglo XIX. Nació en Ciudad Real, pero Logroño fue su patria chica por temas sentimentales. El general Espartero pactó la paz con el Carlismo.


Fachas en las proximidades de El Espolón. Destaca especialmente la verdosa (segunda por la izquierda). Justo al otro lado de la plaza encontraremos la oficina de turismo y el acceso a un área muy comercial de la ciudad, el de la Gran Vía y el Paseo de las Cien Tiendas.


Fachadas abalconada, coloridas y variadas en el Muro de Cervantes, fotografiadas desde el Muro del Carmen.


Palacio de los Chapiteles, sede del ayuntamiento entre 1865 y 1979. Después se llegó a valorar la instalación de la sede de la diócesis en él, pero finalmente se ha convertido en un espacio cultural que alberga diferentes asociaciones e iniciativas.


Edificios de aires modernistas en la calle Portales.


La Redonda, inconfundible por sus torres referencia en toda la ciudad, fotografiada en la desembocadura de la peatonalizada calle Portales en la confluencia del Muro de Cervantes y del Muro del Carmen.


Un local con nombre propio y doble acceso: calle Portales y plaza de Salvador Amós.


Calle Caballerías.


La queridísima Iglesia de San Bartolomé. Este templo románico (y evolución gótica), en la plaza del mismo nombre (como se aprecia, en fase de reformas varias), es el templo más antiguo de la ciudad y sus primeras piedras se colocaron en el siglo XII. Compartía espacio con la vieja muralla en esta zona y, claro, eso le ocasionó desperfectos durante el cerco del siglo XVI. Parte de sus muros y su torre (a la que se le añadieron cuerpos en el siglo XVI) estaban anexos al recinto perimetral. Hay que señalar que, al contrario de lo que se piensa, el patrón de Logroño es San Bartolomé y no San Mateo.


San Bartolomé. Esta iglesia no ha sido tratada con justicia en los libros de Arte. Tampoco por la Historia, pues hizo de carbonera y almacén, de cine e incluso llegó a tener usos militares, tras una de las Desamortizaciones del siglo XIX. Su portada, que ya fue levantada durante el siglo XIII (lo que explica el cambio de estilo) es sobrecogedora más allá de los desperfectos ocasionados por los estragos del día a día en muchos de sus elementos. Esos arcos ojivales, esa profusa decoración escultórica en sus jambas y en el tímpano de su dintel,... Dicen que tiene muchas similitudes con San Esteban de Bourges.


La portada de San Bartolomé, con algo más de detalle. En la jamba izquierda (en sentido del observador) se representa el martirio del Santo. En la de la derecha, el hallazgo de sus restos mortales y su traslado como reliquias. En el tímpano, el Juicio Final.


San Bartolomé. Detalles ornamentales en las arquivoltas y las figuras de dos angelitos sosteniendo una corona que cierran el arco. Justo debajo, un antiguo dosel. Esta parte de la composición es el resultado final de una reforma acaecida en el siglo XVI, en la que se abrió un pequeño ventanal. Ya dentro del templo se comprueba una especial atmósfera tendente al claroscuro y la falta de luz.


San Bartolomé. Sucesión de arcos ojivales con capiteles alegóricos. Pese a que algunos no están en buen estado, se aprecian sus intenciones moralizantes.


San Bartolomé. Una feligresa abandona la misa de 12 (tras muchos devaneos históricos se recuperó el culto) de un sábado del mes de marzo de 2012.


Las representaciones del martirio de San Bartolomé que protagonizan la jamba izquierda, con mucho más detalle. Sobrecogedoras. Si visitáis Logroño, aunque no seáis de piedras o templos, no podéis dejar de contemplar esta maravilla. Conmueve a cualquiera. No lo hemos dicho, pero es Monumento Nacional desde 1866.


Fachadas en la calle Herrerías, que antiguamente, junto a su prolongación calle Carnicerías, formaban la tercera traza longitudinal desde el río hacia el casco urbano. Su nombre se remonta a los oficios aquí asentados, como pasa en todas las ciudades ibéricas. Eran los tiempos de los gremios.


Promocionando la gastronomía local junto a la ruta jacobea (aunque ésta, en sentido estricto, pasa un par de calles más hacia el río, por la calle Ruavieja). "El Camino de Santiago se hace por (e)Tapas". El mural adorna la pared de un antiguo solar reconvertido en espacio urbano. Es una obra del colectivo artístico Boamistura puesta en marcha en 201o. Este colectivo ha firmado otras actuaciones parecidas en otros rinciones de la ciudad, como para recordar el primer vuelo de un avión sobre Logroño.


La Iglesia de Santa María de Palacio, vista desde la callejuela Travesía del Palacio. Los logroñeses la conocen simplemente, y a secas, como Palacio.


La gótica iglesia de Santa María de Palacio, en la calle Marqués de San Nicolás y prácticamente junto a la ruta jacobea. Lo más característico en nuestra opinión es su esbelta aguja del siglo XIII, un elemento que presentó problemas constructivos graves desde su origen y obligó a una profunda remodelación del templo que concluyó ya a finales del siglo XVIII. ¡Incluso prohibieron el paso de carruajes por miedo a derrumbes!


Pórtico de Santa María de Palacio, presidido por, cómo podría ser de otra forma, una escultura de Santa María.


Pila bautismal en el interior de Santa María del Palacio.


Fachada de una antigua casona en la calle Ruavieja, el trazado urbano logroñés del Camino de Santiago. Algunas viejas pintadas nos evocan a vetustas bodegas ya desaparecidas.


Calle Ruavieja en su confluencia con calle Mercaderes. Colorida fachada que contrasta con la piedra vieja (y restaurada) de la parte inferior). Se trata del Centro Cultural del Rioja, ubicado en la antigua Casa de la Virgen. Esta reforma (viendo fotos del antes y el después, habría que ir más allá de la simple rehabilitación) ha sido ideada por el arquitecto navarro Jesús Marino Pascual.


Fachadas en la calle Marqués de San Nicolás.


El Albergue Municipal de Peregrinos (Ruavieja, número 32). Opiniones para todos los gustos.


Integrada en pleno casco urbano, asimilada por los edificios circundantes, apenas destacable por una placa explicativa en su exterior, la ermita de San Gregorio. Realmente es una reconstrucción de la anterior capilla, del siglo XVII, que se ha efectuado en el mismo lugar. Hasta las piedras son las mismas, pues fueron conservadas y catalogadas con la desaparición de la anterior ermita en 1971... Pero siendo todo lo mismo realmente, estando entre viviendas, nada es igual. Seguro que no le haría mucha gracia al Obispo de Ostia, que no era otro que el propio San Gregorio.


Esto es lo que ve un peregrino cuando cruza el puente de Piedra y tiene que tirar por la derecha. Logroño se le presenta apetitoso. Y la vista, esas fachadas de cuatro alturas de colores variados venidos a menos junto al río, tiene su encanto. A la izquierda, la iglesia de San Bartolomé. Imaginemos que por ahí andarían las viejas murallas.


El llamado Puente de Piedra, que salva las aguas del río Ebro. Originalmente inaugurado en junio de 1884 sobre otro paso anterior de 1871, fue profundamente remodelado en el primer tercio del siglo XX. Es la puerta de entrada del Camino de Santiago en la ciudad.


El Puente de Piedra, visto desde el llamado tramo de Entrepuentes, también conocido como el Paseo Fermín Manso de Zúñiga, el ingeniero que ideó el citado puente. Esta zona, qué hacer en ella, ha sido una de las preocupaciones de la política local durante muchas décadas. Se pensó en ubicar en ella el tráfico ferroviario, también en acondicionarla para crear una playa fluvial,... Políticos, ya saben.


Las antiguas dependencias del Matadero Municipal, obra de Luis Barrón (diseñado en 1901 pero no construido hasta 1910) y actual Casa de la Ciencia de Logroño, un centro cultural temático.


Zona de juegos científicos en el tramo Entrepuentes, una apuesta muy interesante por acercar la ciencia a los más pequeños bajo la tutela de la Casa de las Ciencias de Logroño.


Un reloj de sol. Simple. Pero una buena forma de que un peque alucine y comience a hacerse preguntas...




Entre el homenaje escultórico y la curiosidad científica, junto a la Casa de las Ciencias encontraremos este recuerdo, una escultura anamórfica elaborada por la empresa Iniciativas, a una frase de Albert Einstein: "Lo importante es no dejar de hacerse preguntas". Su nombre oficioso: Anamorfosis. Instalada allende el Ebro en 2011.


Bodegas Franco-Españolas, en Logroño desde 1890. Son varias las visitables dentro de la capital riojana, cantidad que se multiplica a poco que ampliemos el radio de acció en las proximidades. Quizá resulte una visita cómoda porque las instalaciones, históricas y adaptadas a los tiempos, se encuentra cruzando el río Ebro por el Puente de Hierro (o de Sagasta) a no más de diez minutos del centro urbano. La visita guiada, que incluye una cata con unas tapitas en la zona que hace las veces de tienda, asciende a 8 euros. Aunque hay otras modalides (visita y cata comentada, visita con copa en mano,...)


Bodegas Franco-Españolas. Imagen de marca en una vidriera. El escudo pretende reflejar esa simbiosis de dos tierras, la francesa (concretamente de la zona de Burdeos), y la española. La unión surgió de la epidemia de filoxera que a finales del siglo XIX diezmó las viñas galas hasta el extremo de que los empresarios vinícolas del país vecino se vieron obligados a buscar alternativas productivas. La Rioja fue una de ellas. Y acabó reinventándose hasta convertirse en una meca vinícola dentro del Estado Español.


Viejas barricas de madera de roble americano de gran capacidad (30.000 litros) que hoy en día cumplen una función meramente ornamental. Ese espacio hueco de la parte inferior, ese realce de las barricas, tenía como misión facilitar el encendimiento de hogueras que permitieran la fermentación en condiciones climatológicas adversas.


En una de las muchas estancias de la bodega encontraremos esta propuesta impulsada por el enólogo de las Franco-Españolas, Carlos Estecha. Defensor de que el vino es un arte, y gran amante del arte, el riojano propone un juego "interactivo" con Las Meninas, de Diego de Velázquez, a las que "implica" con un circuito que recorren los caldos.


Cientos de botellas apiladas junto a una pared.


Barricas de roble dentro de las Bodegas Franco-Españolas. En las instalaciones se trabaja con unas 15.000, cuya procedencia es tanto francesa como de Estados Unidos.


Durante el recorrido por las Bodegas Franco-Españolas pasaremos por una estancia en la que exhiben dos viñas centenarias. Nos recordarán la absoluta fiabilidad de la expresión "uva de la vieja parra" por eso de su poca cantidad de fruto, aunque mucha calidad del mismo. Y al lado, un retrato del escritor y periodista estadounidense Ernest Hemingway, tan asiduo a estas tierras como "asiduo" a sus caldos.


El llamado "refugio", un área de especial frescor muy cercano al cauce del río Ebro caracterizado por su bóveda en viejo ladrillo. En algunas de sus salas podremos encontrar una representación de todas las producciones de las bodegas desde que nacieron, aunque con alguna excepción. La guía nos recalca que caldos tan viejos sí, tienen propiedades del vino, pero que realmente ya no son vino. Porque, como algo vivo que es, el vino también tiene una vida.




Salón de los Arcos. Este fresquito espacio, promocionado para actos y recepciones, es uno de los más especiales de las Bodegas Franco-Españolas por su particularidad fisonomía de aires mozárabes.


Dejamos atrás las Bodegas Franco-Españolas.


El Puente de Hierro, o de Sagasta, salva las aguas del río Ebro y nos deja, a través de la calle Sagasta, en la céntrica calle Soportales en apenas cinco minutillos de agradable paseo.


Puente de Hierro. Detalle constructivo. Se da la casualidad que este es el puente más antiguo de los cuatro que salvan las aguas del Ebro a su paso por Logroño y se remonta a 1882. Fue inaugurado el 18 de diciembre de ese año y cuentan que su motivación original era la de soportar en un futuro el tráfico ferroviario.




Como si de la cabecera de este modesto blog se tratase (tomada en el Valle del Lozoya, por cierto), una cigüeña permanece en su nido, ubicado junto al río Ebro y fotografiado desde el Puente de Hierro de Logroño.


El Ebro, majestuoso y mágico. A la izquierda, en el tramo llamado Entrepuentes, el antiguo matadero municipal que hoy acoge la Casa de las Ciencias. Al fondo, el Puente de Piedra.


Detalle de rejería en el Puente de Hierro.


Un agradable caminito transcurre entre el arbolado que crece en una de las orillas del río Ebro, un pequeño bosque que se enmarca dentro del concurrido y querido Parque del Ebro de la capital riojana.


Calle Sagasta.


Pisando el Camino de Santiago. A la derecha, la Iglesia de Santiago. A la izquierda, la célebre Fuente del Peregrino, también conocida como "de Santiago" o "del peregrino".




Otra perspectiva de la iglesia de Santiago desde la confluencia de la calle Norte y la travesía Excuevas.


La otra gran calle de bares y tascas, de vinos y pintxos, la calle San Juan. Esta rúa protagoniza una guía turística que se puede encontrar en la oficina de turismo y en la que se repasan algunas de las propuestas gastronómicas (y se recuerdan sus días de descanso) de los establecimientos que en ella se ubican.


Calle San Juan. Un sábado por la mañana. Concurrida, ciertamente.


Un niño juega en la puerta del Vinissimo (c/ San Juan, nº 23). Aquí catamos un pintxo de morcilla y cebolla (1,50 euros) y un especial Vinissimo regados con dos copas de Cuatro Pagos, de la Bodega Maetierra Dominum. En total, 7,30 euros la ronda.


La calle San Juan, a la altura del Aquí me quedo. Como pintxo, recomendamos sus hamburguesas de buey. Es uno de los bares con mejor relación calidad-precio, en nuestra opinión. Por 5,20 euros, dos consumiciones y las dos citadas tapas.


Los Rotos (San Juan, nº 14), uno de los locales con más solera. Son pedazos de pan rellenos con diferentes ingredientes (en la imagen, uno de pollo y otro especial de la semana de jamón cocido). Cada uno, a 2,5 euros, lo regamos con dos copas de Ontañón, de la bodega homónima, a 1, 50 la unidad. Nos dejamos 8 euritos en este bar.


Una copa de vino vacía reposa sobre una barrica ornamental con fines de apoyo ubicada en la calle San Juan. A partir de las dos y media o tres muchos bares cierran para tomar fuerzas... ¡las noches son muy duras por aquí!


Por la noche se multiplica el número de paisanos, nativos o visitantes, en la calle San Juan.




Dos brochetas de champiñones en La Cueva, otro de los bares que ofrecen este pintxo en la calle San Juan y también poseedor de una gran relación calidad-precio a nuestro entender. Quizás los más famosos sean los del Tenessi, pero a su vez en el folleto destacaban sus zapatillas (enorme tostas de pan con jamón ibérico y tomate) y éste pintxo brillaba en nuestra opinión en otros garitos del lugar.