Guimaraes, Capital de la Cultura y del "aquí nació Portugal" (abril y octubre de 2012)


Quizá porque, como afirma el cartel que preside una de las torres de la vieja muralla que hoy queda disimulada entre viviendas, “aquí nació Portugal”, tal vez porque el encanto de sus calles y plazuelas, de su entorno si tenemos la oportunidad de escarbar un poquito en sus extrarradios (aish, ese Monte Santa Catarina, ese teleférico), o ese cerro Falperra coronado por un robusto castillo, por todo eso Guimaraes,Guimarães en grafía lusa, se te cuela dentro del corazón. La dignísima Capital Europea de la Cultura en 2012 está representada por un corazón. E imanes, camisetas, pins y demás merchandising publicitan esa imagen, la de un corazón de aires Ruiz de la Prada. Claro, igual es porque la “diseñadora” española ha colaborado en la rehabilitación de un barrio, el de la Urbanização da Nossa Senhora da Conceição.

La primera impresión cuando te adentras en el centro histórico de Guimaraes es que estás inmerso en el escenario de una película medieval. Y es que medieval es su motivación, en tiempos de fervor religioso y confianza belicosa, en épocas donde se fundaban al mismo tiempo monasterios y conventos y se levantaban fortalezas y murallas. La condesa Mumadona Dias marcó el paso allá por el siglo X, aunque antes se dice que por aquí pasó el apostol Santiago antes que musulmanes o reconquistadores. Y ahora resulta que no es casualidad que haya sido escenario de un buen puñado de películas, como la Juana la loca dirigida por Vicente Aranda en 2001. Aún siendo una ciudad pequeña, sus pequeñas plazas invitan a una contemplación lenta, sin prisas. Tranquilidad para hacer fotos de sus muchos rincones, para pararse en alguna de sus terrazas a tomar un refrigerio (la Cervejaria Guimaraes, en el Largo Joao Franco está pero que muy bien y por 27,70 euros comen decentemente cuatro personas con su vino blanco) o simplemente para detenerse a contemplar el devenir de los lugareños, ajenos al bullicio de los visitantes.

El aire tranquilo que se respira en la ciudad, en sus callejuelas empedradas al uso luso y esencia medieval invitan a pasear esta pequeña urbe, otra de las preciosas joyas de Portugal. Nada como el ferrocarril para llegar a su casco urbano. Desde la céntrica estación de Sao Bento de Oporto, un poco menos de una horita de viaje en uno de los trenes de la compañía Combos de Portugal, a seis euros (tarifas de 2012) por trayecto y persona. Guimaraes es un destino preferente dentro del mercado turístico portugués, el 50% de su nicho. La mitad de la otra mitad, eminentemente extranjera, la ocupan los españoles. Y dentro de estos, los gallegos. Galicia, tan similar en términos paisajísticos y climatológicos, queda a menos de 100 kilómetros. Y en el origen mismo de la ciudad se encuentra una mujer de origen galaico, la citada Mumadona, esposa el conde Hermenegildo. En Guimares nació el primer monarca luso, Afonso Henriques, y tal hecho colma de orgullo a sus vecinos y de interés a los compatriotas. Guimaraes está de moda. Bien merece una visita la cuna del condado que acuñaría el actual Estado luso. Patrimonio de la Humanidad, por cierto.

Guimaraes. Plano de ubicación. Relativamente cerca de Oporto, esta urbe del Distrito de Braga  es un buen destino para combinar en una visita a la ciudad del Douro. Oporto está bien conectada a través del avión, con frecuentes ofertas y una amplia oferta de bajo coste. De los alrededores del aeropuerto Francisco Sá Carneiro, la compañía de autobuses Get Bus conecta con Guimaraes(entre otros destinos) en una media hora y por unos 8 euros. El aeropuerto también está conectado a la ciudad gracias al metro. Con un trasbordo en la estación de Trinidades podremos llegar a la estación de tren de Sao Bento (línea amarilla) y recurrir al ferrocarril para llegar a Guimaraes.

Estación de San Benito. Desde Oporto, el ferrocarril es una manera muy cómoda de llegar a Guimaraes. Aunque perezosa. Por seis euros, y tras una hora de recorrido, se llega a esta curiosa ciudad en la que se afirma si rubor: "Aquí nació Portugal".

San Benito. ¡Qué preciosidad de estación! ¡Y qué particular ubicación y fisonomía!

Los alrededores de la estación de ferrocarril de Guimaraes.

La empedrada, empinada (o cuesta abajo o cuesta arriba, según se mire) y arbolada Avenida D. Afonso Henrique, que une la estación con el centro y nos dejará junto al Palacio de Vila Flor, una de las grandes sedes culturales de la ciudad.

El Palacio de Vila Flor, actualmente integrado dentro de un amplio complejo cultural: el Centro Cultural Vila Flor. De mediados del siglo XVII, este palacio cuenta con unos bellos jardines de libre visita. Todo el conjunto fue restaurado en 2005.

Detalle heráldico en la fachada principal del palacio de Vila Flor, una propiedad de la familia Carvalho en la que llegó a residir una reina (María II, 1852).

Una de las grandes y más hermosas particularides del Palacio de Vila Flor es la decoración escultórica alusiva a los primeros reyes de Portugal en parte de sus fachadas.

El palacio, visto desde sus cercanos jardines. Pequeños, muy agradables para el paseo y hasta panorámicos: interesantes vistas sobre los montes cercanos, sobre la ciudad y hasta sobre el castillo o el Palacio de los Duques de Bragança.



Seguimos por la avenida D. Afonso Henriques.

Llegando al Largo Moreira Sá, antesala de la plaza Largo do Toural y la Alameda de San Dámaso. Ya vemos el icónico trazo de la vieja muralla medieval presidido por la afirmación de que "allí nació Portugal".

Una fuente en el Largo do Toural. Justo detrás se encuentra la pastelería cafetería Clarinha, un conocidísimo negocio muy frecuentado por los lugareños. Recomendable probar dos de sus especialidades, dulces que recurren a la calabaza entre sus ingredientes: la torta de Guimaraes y el toucinho do céu. Por cinco euros, un par de pasteles (y son majos), un refresco y un café.

Un escaparate que despierta los jugos gástricos. A la derecha, la torta y el touciho antes mencionados.

La Pastelaria Clarinha es un negocio de los de toda la vida, con más de 50 años de tradición y mucha pasión por lo que hacen. Desde el 3 de octubre de 1953, Avelino Ferreira y Olívia Vieira endulzando Guimaraes.

Largo do Toural. Con la iglesia de San Pedro llamando la atención. Esta plaza, animado foco de la vida local, es un espacio relativamente nuevo nacido tal y como lo vemos tras una gran restauración. Su nombre deriva de los toros, que encontraban aquí un lugar para su celebración.



Largo do Toural. Ese trabajo de forma ornalmental es un homenaje a esta actividad, de la que Guimaraes era una de sus capitales lusas. En el centro de Guimaraes podremos encontrar a un hombre que sigue trabajando artesanalmente la forja. Firma auténticas obras de arte.

Iglesia de San Pedro, en el Largo do Toural. La primitiva idea de 1737 de un templo sencillo, sin grandes ornamentos ni pretensiones, evolucionó rápidamente y un siglo y medio después se terminaba el proyecto final.

"Aquí nasceu Portugal" (aquí nació Portugal). Rotundo mensaje presente en una de las torres de la antigua muralla, la Torre de Alfàndega. Estamos en uno de los extremos del Largo do Toural.

Empedrado portugués.



Rua de Santo António.

San Pedro do Toural, visto desde la rua de Santo António.

Porta da Vila. Acceso al Largo de Misericordia desde el Largo do Toural. Guimaraes llegó a contar con cinco puertas en sus murallas. Ninguna de las cinco se conserva físicamente, aunque su ubicación sí ha permanecido. La cámara municipal las recuerda en el pavimento con un nombramiento directo.



Fuente de comienzos del siglo XIX que honra a los amigos ingleses. Largo da Misericordia.

Capilla de los pasos de la Pasión de Cristo en el Largo da Misericordia. Estas representaciones iconográficas de naturaleza religiosa cuenta con varios ejemplos repartidos por el casco urbano, hasta cinco de las siete que existieron en Guimaraes.

Praça de Santiago desde la rua Gravador Molarinho. Uno de los espacios más hermosos de Guimaraes. Y muy animado.

Praça de Santiago. Los arcos que vemos en el centro son los del edificio del antiguo pazo del municipio.

Praça de Santiago. Entre otros motivos, toma su nombre de una vieja capilla del siglo XVII que fue demolida en el siglo XIX y de esa leyenda/tradición que ubica al santo en Portugal durante sus labores evangélicas en la Península Ibérica, cuando trajo consigo una talla de Santa María que se instaló inicialmente en un viejo templo pagano que aquí se ubicaba.



Praça de Santiago. Otra vista.

Cambiando plazas cruzando bajo los arcos... Vamos a ir de la plaza de Santiago al céntrico Largo de Oliveira, la otra gran plazuela que concentra la vida turística y de ocio en Guimaraes.

Echando la vista atrás para ver la plaza de Santiago.

Largo de Oliveira. Este antiguo edificio acoge los antiguos pazos municipales. Fue levantado en el siglo XIV, bajo el reinado de Joao I, aunque remodelado en profundidad tres siglos más tarde. La escultura que lo corona, un guerrero que simboliza la ciudad, se colocó en 1877 y simboliza un supuesto hecho histórico: el valor de las tropas vimaranenses que no huyeron, al contrario que las oriundas de Barcelos, ante un ataque enemigo tras la conquista de Ceuta. Su perseverencia evitó perder la plaza.

Inscripción en latín del año 1654 en el viejo pazo municipal.

Soportales ojivales en el Largo da Oliveira.

Largo da Oliveira. Muchos turistas deambulan "junto al" y "debajo del" Monumento del Salado, alpendre gótico del siglo XIV erguido con Afonso IV en el trono para conmemorar la Batalla del Salado (1340), ejemplo de cooperación hispano lusa.

Iglesia de Nuestra Señora de Oliveira. Otra obra impulsada en los tiempos de Joao I, este templo acoge a la patrona municipal. Su plaza es uno de los rincones más visitados de todo Guimaraes. Su origen se encuentra en la promesa que el monarca le hizo a la virgen durante la batalla de Aljubarrota (1385), que concluyó con victoria lusa sobre las tropas castellanas de Juan I y supondría el despegue de la dinastía Avis en el trono lusitano.



Santa María de Oliveira, vista desde la rua da Rainha (calle de la reina).

Fachadas en la calle de la reina. Interesantes librerías encontraremos en esta calle con buenos precios. Recomendamos, dada la satisfacción de encontrar un libro (en portugués) tras el que llevábamos mucho tiempo, A Loja do Júlio.

Bifurcación peatonal que, partiendo desde la calle de la reina y presidida por un viejo torreón, alcanzaremos enseguida el Largo Condessa do Juncal.

Casa de los Lobos Machado. Fachada de estilo rococó construida en la segunda mitad del siglo XVIII en la que por entonces se conocía como calle Sapateira. ahora rua de Rainha Dona María II. Es sede de una Asociación Comercial e Industrial local.

Casa Confiança, un buen nombre para una tienda. La fachada tiene su cosa... ¡Parece que está torcida! Seguimos en María II.

Adega dos Caquinhos, en la estrechísima rua da Arrochela. Nos recomendaron esta bodega de toda la vida por ser un gran testimonio de los platos típicos de Guimaraes. Lástima que estuviera cerrada pese a nuestros intentos.

Curiosos trabajo de forja en estos balcones de la rua da Arrochela, más anchos por abajo para facilitar (tal cosa nos contaron) que las vecinas puedas apoyarse tranquilamente. Vamos, asomarse con comodidad.



Galerías en la rua da Arrochela.

Una plazuela de Guimaraes, transición entre los largos de Toural y Condessa do Juncal.

Largo Condessa do Juncal. Décadas atrás no era un lugar muy seguro dada la existencia en la zona de camellos y varios locales de alterne, según nos contaron. Pero el ayuntamiento llegó y plantó una comisaría de los municipales. En una de sus viviendas se puede ver parte de la vieja muralla medieval que en su mayoría ha sido tapada por los edificios.



Antigua Porta da Torre Velha. O donde estaba, mejor dicho.

Arranque de la célebre rua Nova, realmente calle Egas Moniz y primera piedra de la recuperación de Guimaraes.

Calle Egas Moniz. La rua Nova también fue un espacio poco recomendable por la existencia de burdeles y la abundancia de trapicheos relacionados con la droga. Todo eso ha cambiado, aunque de lo uno y de lo otro igual se puede ver algo.



Un callejón que desemboca en la rua Nova.

Célebre casa de la calle Nova, realmente calle de Egas Moniz, una vivienda de origen medieval (aunque con importantes remodelaciones en los siglos XVII o XIX) que fue recuperada en los años ochenta por iniciativa municipal para estimular el reverdecimiento del casco histórico de Guimaraes con materias primas locales y criterios históricos.

Fachadas con mucha personalidad en todo el centro urbano vimarense (gentilicio de las gentes y las cosas oriundas de Guimaraes).

La célebre casa de la calle Nova. Sí, algunos elementos curiosamente están un poco torcidos.

Este sello constata que la casa de la rua Nova recibió un premio europeo, uno de entre otros muchos, por su eficiente y trascendetal recuperación.

Fachadas junto a la Alameda de San Dámaso.

Curioso homenaje al teatro en la Alameda de San Dámaso.

Supremo gosto, una pastelería bastante concurrida en las confluencias de la Alameda San Dámaso y la calle Alfredo Guimaraes, donde estuvo en su día la Porta da Senhora da Guía o Porta do Postigo.

Una de las capillas de los pasos de la Pasión que se reparten por el casco viejo de Guimaraes. Estamos al otro lado de la foto anterior, mirando hacia la ascendente avenida Alberto Sampaio.



Museo Alberto Sampaio. Esta institución fue creada en 1928, sobre terreno del viejo convento fundacional de la ciudad, y alberga las colecciones de diversas iglesias y conventos  de la comarca, entre ellas la del desaparecido Colegio de Nuestra Señora de Oliveira de Guimaraes. Entre sus instalaciones se encuentra el claustro y otras dependencia de la iglesia de Santa María de Oliveira.

El claustro, perteneciente al museo. Justo al lado, el olivo más alto que hemos visto nunca.



Rua de Alfredo Guimaraes.

Plaza de Oliveira y arranque de la calle de la Reina.

Nuestra Señora de Oliveira.

Detalle heráldico en la fachada principal de Nuestra Señora de Oliveira.

Lloviendo copiosamente en el Largo da Oliveira.



Abandonando la Praça de Santiago para subir por la estrecha rua Santa María.

Placa conmemorativa de parte de antiguos estudiantes en una de las calles del centro.

Un encantador arco en la calle de Santa María que inspira un coqueto negocio hostelero: O Solar do arco. También bautiza la anexa Casa do Arco. Dicen que aquí se alojó el rey Manuel en 1502 tras una peregrinación a Compostela y con la intención de visitar la iglesia de Oliveira. En el siglo XIX pasó por aquí Miguel I.

El ayuntamiento de Guimaraes, antiguo convento de Santa Clara. La verdad es que este edificio, cuyas maderas y cuyas piedras exigieron muchos trabajos de recuperación, ha quedado muy bien. El consistorio, mudándose, quiso cundir con el ejemplo para repoblar el casco histórico de Guimaraes.

El actual ayuntamiento de Guimaraes. En Santa Clara se gestaron los típicos postres locales: la torta de Guimaraes y el toucinho do céu. Tan famosos fueron y tanta demanda tenían que las monjas los elaboraban constantemente. En diciembre de 1758, el arzobispo de Braga les llamó la atención a las religiosas por dedicarse más a rezarle a Dios que a cocinarle a los hombres. En 1769, incluso, les prohibieron vender dulces. Las monjas abandonadarían el convento en 1891.

El claustro barroco "del ayuntamiento".

La plazoleta que forman los accesos al ayuntamiento y la ascendente rua de Santa María. Se la conoce como Largo da Camara y antiguamente como Largo do Cónego José María Gomes. Enfrente, la Biblioteca Municipal Raúl Brandao.

Callejeando por el casco antiguo de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad.

Otra callejuela más encantadora si cabe por el empedrado.

Largo Martins Sarmiento.



Subiendo hacia el castillo, pasando junto al Lar de Santa Estrelinha. justo enfrente del Largo Martins Sarmiento, una plazoleta encantadora. Actualmente es una escuela sobre una antigua iglesia y convento de aires barrocos y neoclásicos.

En lo alto de la rua das Trinas, antesala del entorno al palacio de los Bragança y el castillo.



Escultura a Afonso Henriques (Alfonso Enríquez, en castellano), primer rey de Portugal, ubicada cerca del castillo de Guimaraes y del Paço de los Duques de Bragança. Claro, el hombre fue bautizado y creció por aquí. Obra del gran escultor portugués Soares dos Reis.

Afonso Henriques. Esta escultura estuvo ubicada años atrás en el largo do Toural. Detrás, el castillo y la ermita de San Miguel. La escultura tiene, desde 1947, una réplica en el castillo de San Jorge de Lisboa.

Paço de los Duques de Bragança. Este palacio del siglo XV, dependencia militar durante el XIX y susceptible residencia del presidente del  Estado cuando anda por la zona, alberga actualmente un museo enriquecido con fondos de la épocas más imperiales y ultramarinas. Su entrada cuesta cinco euros. Vale la pena.



Un esbeltísimo árbol junto al palacio.

Estancia del palacio destinada a espacio museístico. El museo en sí recoge muchísimos testimonios (no originales) de la vida militar y noble que tuvo que albegar en su interior, con grandes ejemplos de tapices y mobiliario.





El patio interior. Además de las muchas restauraciones que permitieron recuperar tan insigne edificio, el patio está cubierto por una cúpula plástica que permite la celebración de actos y acontecimientos. Las chimeneas son un claro reflejo de las influencias centroeuropeas. El palacio, en decadencia entre el siglo XVI y el XIX, comenzó a restaurarse en 1937 y se extendió hasta 1959.

La entrada a la espectacular capilla.

Paço de los Duques de Bragança.

Capilla de San Miguel. Templo románico (siglo XII) en donde fue bautizado Afonso Henriques, primer monarca luso. Detrás, el castillo.

Detalle labrado en la piedra. ¿Una especie de cruz de malta o una firma de los "arquitectos"?



Capilla de San Miguel,en solitario.

Convento de Santo António dos Capuchos, actualmente un hospital.

El castillo de Guimaraes. Rocoso, impactante, monumento nacional portugués y una de las siete maravillas electas en el país vecino. Asentado en el Monte Latito o Falperra, esta fortaleza fue bastión del futuro Condado Portucalense y, por tanto, embrión de Portugal como nación.

Otra vista del castillo desde su ajardinado entorno. Un solo voto en una reunión del ayuntamiento salvó esta fortaleza de su demolición en 1836, una propuesta que quería aprovechar su piedra para empedrar las calles. Durante el Estado Novo fue convertido en uno de los símbolos nacionalistas del país, ya que en sus cercanías se celebró la batalla que consolidó la primera independencia lusa.

Dos jóvenes turístas acceden al interior del castillo (acceso gratuito, por cierto).

Detalle del interior, algo descuidado en algunos puntos.



Vistas sobre la iglesia de San Dámaso desde las almenas del castillo de Guimaraes.

Recorriendo el adarve del castillo.



¡Menudas perspectivas sobre el cerro Santa Catarina y parte del casco urbano!

La torre del homenaje, aislada con respecto al resto de la construcción y sólo conectada por una pasarela de vértigo.

Disfrutando el castillo...

Un castillo de vértigos y alturas.



Un viejo acceso tapiado y fuera de servicio.

El castillo de Guimaraes realmente es conocido como Castillo (castelo) de Sao Mamede. Nació en el siglo X por iniciativa de la condesa Mumadona Dias como parte de la defensa de un monasterio que había fundado más abajo, dentro de su heredad de Vimaranes, y que, con el paso de los siglos, acabarían vertebrando el recorrido en torno al que fue apareciendo Guimaraes. Sus siete torres son todo un icono visual.

Impactante la ubicación del castillo en lo alto del Monte Latito o Monte Falperra, conocido como "colina sagrada" por haber acogido la importante batalla de Sao Mamede, la misma que bautiza también a todo el conjunto defensivo. La torre del homenaje, la central, tiene 28 metros de altura.

Paseando por los entornos del castillo de Sao Mamede.

Una turista camina por el pequeño parque que circunvala el castillo de Guimaraes, dejandro atrás el Palacio de los Duques de Bragança.

Escultura de la condesa Mumadona Dias en el Largo Condessa Mumadona.

El Palacio de los Bragança, visto desde el Largo Condessa Mumadona.

La muralla medieval de Guimaraes. En la avenida Alberto Sampaio se conserva una buena porción de un sistema defensivo que permanece oculto por las viviendas en gran parte de la ciudad.

La alameda de S. Dámaso y la avenida Alberto Sampaio confluyen en el arranque del Largo República do Brasil, una de las mejores puertas de acceso al casco viejo de Guimaraes.

Largo Republica do Brasil. Al fondo, la hermosísima iglesia de San Gualter. Y más al fondo, el Monte de Santa Catarina, Montanha da Penha más popularmente por el santuario mariano que se encuentra en su cima. Pese a sus 400 metros de altura sobre el nivel del mar, ésta última ofrece hermosas vistas de todo el casco urbano. Su gran atracción es un teleférico, se puede ascender por una estrechita carretera que parte de la praça Kaisernslautern y es todo un pulmón para la ciudad con decenas de rutas para bicicletas y senderistas.

San Gualter. Templo levantado entre los siglos XVIII y XIX. El arquitecto André Soares fue el que inició el proyecto, pero no lo acabó. San Gualter es el patrón de Guimaraes.

Un cuidado jardín en el Largo República do Brasil. San Gualter y el Monte Santa Catarina, al fondo.

Iglesia de San Francisco, en la Alameda de San Dámaso.

Un encantador rincón de Guimaraes.

Callejeando por la vieja zona donde se concentraba la industria textil de Guimaraes. La antigua y más tradicional, claro, porque el sector sigue vivo pese a la crisis: el 70% de las empresas locales están relacionadas con este sector.

Una urbanización asentada en las viejas instalaciones de unos talleres. Así sí que se recuperan viejos espacios. Hermosa recuperación.

Un pequeño callejón.

Esta zona se encuentra al sur de la Alameda de San Dámaso. Bonita vivienda.



Antiguos lavaderos de pieles donde se curtían y se preparaban para su tintado.

El textil exige agua. Un pequeño río, canalizado en este punto de la ciudad, cubría esas necesidades para los tintados.



Loja Chinesa, en la Alameda de San Dámaso.

Retorno a Oporto. Esperando el tren en la estación de Guimaraes.