Vejer de la Frontera, la seducción de un pueblo blanco de extensa memoria (agosto de 2010)



Un entramado de callejuelas serpenteantes de corazón de piedra y alma encalada donde las plazuelas parecen emerger de la nada y de vez en cuando damos con miradores de esos que encandilan al paseante un buen rato. Eso, aunque no sólo pero sí sustancialmente, le ofrece al visitante el gaditano pueblo de Vejer de la Frontera. Un núcleo urbano de tronío y renombre, conjunto histórico-artístico desde 1976, por el que han pasado muchos pueblos pero sobre todo dos culturas, la musulmana y la cristiana, en un "yin yang" de tintes bélicos, han dejado su impronta para los restos. Hoy en día, más allá de su envidiable situación geoestratégica, a Vejer también lo presentan como “un pueblo blanco en plena costa de la luz”, dada su cercanía a las vírgenes playas del Palmar que le pertenecen por cuestiones de término municipal. Quince o veinte minutos en coche son poca cosa.

Pero referirnos a Vejer como un “pueblo”, claro, con eso de que tiene más de 12.000 habitantes, es una forma de hablar. La villa tiene evidentes hechuras de ciudad. Y sin embargo quién lo diría mirando su silueta desde la lejanía, ya sea desde lo más profundo del imprevisto valle que conforman las aguas del río Barbate o en plena labor de remonte por la carretera que asciende desde el valle, esa ruta asfaltada que acoge desde hace casi treinta ediciones la automovilística Subida a Vejer. A cada metro que nos acercamos, el destino se va intuyendo cada vez más notable. No notable en nitidez, que también, sino en majestuosidad. La Torre de la Corredera y la de la Iglesia del Divino Salvador se destacan entre un organizado desorden de construcciones blancas que refulgen al sol y de vez en cuando le dan tregua a lo que parecen almenas de muralla. Las altura de las edificaciones son por lo general bastante comedidas, lo que plantea una mayor extensión de la zona urbanizada. La dispersión existe, bien en pequeñas parcelas, bien en pequeñas pedanías.

Vejer de la Frontera también tiene castillo, una fortaleza que ocupa el imperceptible punto más alto del monte en el que se asienta el núcleo urbano matriz, el mismo que saltó las murallas a finales de la Edad Media para “colonizar” los espacios adyacentes. Han cambiado los estilos, las técnicas y hasta los materiales, pero el blanco sigue siendo el gran protagonista de los muros y fachadas. La severidad con la que el sol cae por estos pagos convierte el blanco (y los colores claros) en una obligación de igual forma que sacraliza el frescor de cualquier sombra. Retomando el castillo, no esperemos una soberbia construcción destacada del resto de la población, una referencia visual que nos invite a llegar hasta él. Todo lo contrario, y empezando por un modesto acceso protagonizado por un arco de aires musulmanes, si no estamos preavisados de su existencia, carecemos de alguna guía o no nos fijamos en alguno de los carteles de información turística repartidos por el centro, hasta podremos perdernos la oportunidad de visitarlo.

Vejer, la musulmana Besher que antes fue Besaro y después, en época romana, fue conocida como Baesippo, seduce con la fisonomía de un callejero de claros ecos musulmanes y un legado patrimonial sólo abarcable sumergiéndose sin pudor por él. En sus manos cayó en 711 tras la derrota, en la batalla que unos llaman de Guadalete y otros cada vez menos de La Janda, cuestión de localización, del rey visigodo Don Rodrigo a manos de Tarik (el que dio nombre a Gibraltar, por cierto) y bajo su manto permaneció hasta 1250. Fue ese año cuando Fernando III El Santo tomó la plaza, aunque tuvo que ser reconquistada por su hijo, Alfonso X, después de que triunfase una revuelta mozárabe mediado el siglo XIII. Consolidada como posesión de los reinos cristianos, Vejer fue tutelada por la familia Pérez de Guzmán, la del célebre Guzmán el Bueno que le da nombre a una parada de Metro en Madrid, el hombre que peleó en los contraataques enemigos, tanto musulmanes como nacidos de la convulsa política interna del Reino de Castilla gran parte del Campo de Gibraltar. De Vejer partió Guzmán el Bueno con rumbo a Tarifa, un episodio que le dio fama en la posteridad: cercado en su castillo por un ejército musulmán con alianzas en la oposición castellana, le chantajearon con rendir la plaza o perder a su hijo Pedro Alonso y él, fiel al por entonces rey Sancho IV, lanzó la daga con la que debían de asesinarle los enemigos.

En 1307, después de haber recibido muchas prebendas por los servicios prestados y antes de ganarse alguna más, Guzmán el Bueno recibió el Señorío de Vejer. Una propiedad más, que no cualquiera, que contribuyó al nacimiento posterior de una de las dinastías más célebre de la historia de la Península, la de los Medina-Sidonia, nombre de otra urbe no muy lejana a Vejer y con la que guarda ciertas similitudes (privilegiada situación geográfica, gran riqueza patrimonial, estructura urbana con mucho encanto…). De Vejer también hay que acordarse a la hora de pensar en un antecedente muy claro de los procesos revolucionarios que tuvieron lugar siglos después bajo la luz de la igualdad y cierto socialismo utópico. Guiados por Juan Delinque, una revuelta urbana se enfrentó al poder de los Duques de Medina Sidonia para lograr el acceso y gestión de las Hazas de Suerte, tierras comunales para el cultivo y la ganadería cuyo uso racionalmente organizado permitía un mayor bienestar, sobre todo en lo referente al poder criar/cultivar comida, entre sus lugareños. Y como esta incipiente muestra, otra más, de lucha social, una realidad folclórica, la de las Cobijadas. La herencia de varios siglos de dominación musulmana se dejo sentir en esta vestimenta típica, un gran manto que cubre el cuerpo y la cabeza de la mujer. De su rostro, apena visible un ojo. Un traje típico hoy en día que hasta bien avanzado el siglo XX, dicen, no era tan deshabitual de contemplar en el día a día. Y claro, como está en una privilegiada situación y los montes cercanos, esos tan fácilmente perceptibles desde la zona ajardinada paralela a la calle Corredera, parecen conformar una suerte de pasillos, no es raro que el levante o el poniente se meta tierra adentro y también se deje notar por aquí. Sirva como ejemplo que no muy lejos, en los pueblos de Tahivilla y Facinas, se levantó un gran campo de aerogeneradores que aprovechan la fuerza de los vientos. En nuestra visita poca presencia tuvieron los Eolo, Zéfiro y compañía. Que no es raro queda reflejado en unos versos de José María Peman recogidos en los azulejos de una fachada de la parte baja de Vejer.

¡Vejer!
Si fueses una mujer
yo de ti me enamoría
Cobijada en la luz clara
el molino
juega ese juego divino
de ser viento que es su ser
El aire pide un destino
y el viento grita ¡Vejer!

Vejer de la Frontera. Ubicación geográfica de este hermoso pueblo andaluz de la provincia de Cádiz. [Mapas VíaMichelin]


El escudo de Vejer de Frontera. "In dei nomine amen". En el nombre de Dios.


"Insigne Villa de Vejer de la Frontera. Ganada a los moros por el Rey D. Fernando III el Santo en el año 1250 y reconquistada por D. Alfonso X el Sabio en 1262. Siendo Alcalde de esta Villa D. Alonso Pérez de Guzmán "El Bueno", por el año 1292, partió de aquí para Tarifa a defender aquella plaza", inscripción que encontraremos en una "placa" de azulejería junto al arco de la Villa.


El 'skyline' de Vejer, fotografiado desde su empinado acceso por la A-2229.


Vistas desde la terraza ajardinada del entorno de la calle Corredera. Obsérvese en el centro por dónde asciende la carretera.


Restos almenados de las antiguas murallas de Vejer se confunden, tras siglos de solapamientos, con tejados y terrazas.


La Torre de la Corredera, vista desde la calle del mismo nombre. Sobresale con luz propia entre los restos de la muralla y las construcciones que la ocultan, incluso desde la distancia.


Entorno de la calle Corredera. Vistas sobre el ancho valle en cuyo fondo corre un río Barbate que ha condicionado los paisajes de estas fértiles zonas serranas.


La conocida como Torre del Mayorazgo, cercana a la plaza de España y anexa a parte del recinto amurallado que se conserva de Vejer, que tuvo que tener unos dos kilómetros en su totalidad.


La fuente que, desde 1957, preside la plaza y ha inspirado el apelativo cariñoso de "de los pescaítos" por la presencia de ranas y motivos acuáticos. En su construcción se empleó colorida azulejería sevillana y dicen que en Algeciras existe una muy parecida.


Una de las ranas, con más detalle.


Detalles de una fachada en la plaza de España, junto al Hotel La casa del califa.


Otra decorada fachada en la plaza de España de Vejer.


El blanco inmaculado ayuntamiento.


El Arco de la Villa, el que fuera el principal acceso al viejo casco histórico desde el siglo X y que durante todos estos siglos ha sufrido varias remodelaciones.


Caminando por la calle Sancho IV el Bravo.


Una curiosa aldaba con forma de puño en una vieja puerta de madera.


Un minúsculo callejón en cuyo fondo una inscripcion recuerda a Lal-la Zuhra. "Vejeresa del siglo XV. Mujer de Sidi Ali Ben Rasid, fundador de Xauen". Puede encontrarse más información relacionada bien aquí o bien aquí.


Un mar de estrechas callejuelas empedradas y encaladas con mucho encanto.


Ala este de la Iglesia del Divino Salvador, un gran edificio religioso que es un ejemplo magnífico de "mestizaje arquitectónico". Levantada sobre un mezquita musulmana, la cabecera (siglo XIV) sigue los parámetros constructivos del estilo gótico mudéjar, mientras que una amplición posterior recoge las sensibilidades arquitectónicas de un gótico tardío de finales del siglo XVII.


Una céntrica callejuela.


Callejero nuevo, callejero viejo.


Una mujer conversa con una (acaso) vecina desde su terraza, casi anexa a la Iglesia de la Concepción, conocida como el Convento de las Concepcionistas como veremos después.


Arco de las Monjas, con encaladas vistas. Para muchos, el lugar con más encanto de Vejer de la Frontera. Realmente se trata de una consecución de cuatro arcos de medio punto en mampostería que conecta varias casas con la Iglesia de la Concepción. Éste templo, al que los locales conocen como el Convento de las Concepcionistas, es el último vestigio de un antiguo convento de pretensiones mucho mayores que fue impulsado, como obra social primero y como féretro después, por don Juan de Amaya y esposa en 1522.


Agradablemente sombrío (cuando la canícula aprieta) acceso a una vivienda de patio frondoso y floreado.


Caminando junto a un tramo muy bien conservado (no hay ignorado la restauración, eso sí) de las murallas de la ciudad.


El Vejer de la Frontera más moderno, desde el Mirador de las Cobijadas.


Escultura de bronce a la "Mujer Cobijada", una costumbre de la vestimenta de la comarca, y sobre todo de Vejer, de orígenes musulmanes que hoy destaca como ropa tradicional: las mujeres lucen un largo manto de color negro y sólo dejaban a la vista uno de sus ojos.


El arco de la Puerta Cerrada o de la Berbería, tras el que se encuentan las calles Judería (derecha en la foto) y Teniente Castrillón (izquierda). Tras ser levantado en algún momento entre los siglos X y XII, fue cegado posteriormente y así permaneció durante siglos. El motivo, cuestiones de seguridad en la que se diagnosticó como parte más débil del recinto amurallado de Vejer. Hoy, encontramos un pequeño espacio ajardinado con las grandes vistas que sugiere la foto anterior.


Una entrada con encanto.


La céntrica calle del Rosario.


Un balcón en el Rosario.


Enfrente de la Iglesia del Divino Salvado, varias casitas bajas con mucho encanto acogen negocios relacionados con la hostelería y el turismo.


Varios turistas pasean por una de las calles que rodean la Iglesia del Divino Salvador.


Una representación de la Virgen de la Oliva, patrona de Vejer de la Frontera e inquilina, a las afueras, en la carretera que va hacia Barbate, de un santuario del siglo XVIII con raíces romanas y posteriormente visigodas que fueron cercenadas durante la ocupación árabe.


Una terracita sin inquilinos junto a la Iglesia del Divino Salvador. Hace tanto calor que no es el lugar más adecuado.


La Iglesia del Divino Salvador.


Tiendas de recuerdos en el entono del Divino Salvador.


Un viejo pozo, por cierto cegado, en una especie de patio de armas. En esta plazuela, para la que encontramos referencias como La Segur y donde tienen lugar conciertos y concentraciones culturales, daremos con un acceso a las murallas,un tramo pequeño abierto al público, quizá susceptible de albergar alguna leche, y que ofrece una gran panorámica sobre la comarca.

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¡Las vistas antes mencionadas!


El ala oeste de la Iglesia del Divino Salvador, fotografiado desde las almenas de las murallas.


Un fresco patio anexo a la Iglesia del Divino Salvador protegido por un puerta de laboriosa cerrajería.


"Vertiente norte" del medieval arco de la Segur, que recibe su nombre de una loseta de origen romano con la representación de un hacha o segur (arriba), bajo la que se encuentra un escudo de armas de la familia Mendoza. En una inscripcion, además, se recuerda la figura de Juan Relinque. "Valeroso e insigne vejeriego que en los comienzos del siglo XVI, soportando persecuciones, cárceles y afrentas sin número, concienció al vecindario y defendió ante la Chancillería de Granada los derechos humanos de sus convecinos y las hazas de suerte contra el poder feudal". Las hazas de suerte son unas tierras de labor de carácter comunal existentes tanto en Vejer como en Barbate.


Arco de la Segur, en su "vertiente sur". En su conjunto, fue restaurado a finales de la década de los setenta.


Parte baja de la calle Nuestra Señora de la Oliva.


Una terraza en cuesta en el entorno del Altozano.


¡Menudas pendientes, del 10% y mucho más, que tiene la avenida de Andalucía en su inicio!