Camino de Santiago. Octava etapa: Pedrouzo-Santiago de Compostela (12 de abril de 2012)


No hay más acicate para el cuerpo que afrontar la última etapa del Camino de Santiago, circunstancia que espolea y empuja si realmente alguna vez faltan las fuerzas. El entorno, no falto de rincones chulos, nos ayudará a apretar el paso por la lógica de las afueras que tienen hoy en día las grandes ciudades: polígonos, urbanizaciones, múltiples infraestructuras (desde autovías a aeropuertos9,… Los 20 kilómetros entre Pedrouzo y Santiago de Compostela están marcados por la abundancia del asfalto, pero también por el deleite de las últimas ascensiones (en las cercanías de Cimadevilla, Lavacolla y menos dificultosamente de lo esperado el Monte do Gozo) y los últimos tramos de corredoiras. En cinco horas, con una paradita generosa para degustar un café en el barrio de San Marcos, vecino del Monte do Gozo, nos plantamos en la capital de Galicia. Un final donde el acumulado kilométrico, ciertos reencuentros y algún que otro constante pensamiento le aportan un componente sentimental que sólo pueden comprender y tratar de explicar todo aquel que haya vivido la experiencia en primera persona. Porque no hay un único Camino, pero tampoco hay una única forma de afrontarlo y del mismo modo es imposible reducir a una la recompensa que cada uno extrae de la experiencia.

La llegada a Santiago, eso sí, se las trae. Hasta el Monte do Gozo (en cuyo albergue muchos buscan cama el día de antes) hay que sufrir un insípido tramo marcado por la sede de la Televisión de Galicia y el centro territorial de Televisión Española. Después, en los últimos cinco kilómetros, un largo descenso para un más largo callejeo que va cobrando interés a medida que profundizamos en su casco urbano. San Lazaro, Martín Valiño, Fontiñas, Fonte dos Concheiros, San Pedro… El giro de tuerca emocional se activa en la plazoleta de la Porta do Camiño, aumenta el pulso el paso por la rusa Casas Reais y se desata cierta emoción superada la praza Cervantes. Bajando por Azabachería y la praza Inmaculada, allí donde se palpa la fachada norte de la catedral, la explosión interior es indescriptible. El descenso hasta la plaza del Obradoiro supone un júbilo y, qué cosas, quizá por eso se hable de ganarse el jubileo al hablar del peregrinaje a Compostela. Los abrazos con los compañeros de ruta y fatigas son tan comunes en la plaza del Obradoiro como los rictus de plácido esfuerzo, de sacrificada felicidad… y como aquellos que publicitan sus negocios de hostelería u ofrecen habitaciones o alojamientos para alquilar. Santiago es un enorme negocio. El turismo manda. Y un mínimo paseo por sus calles más comerciales lo requeteconfirma. Pero también quedan tradiciones de gran poso: destáquese ese Hostal dos Reis Católicos que le da de almozar gratis a los diez peregrinos que llegan con la compostela. En Santiago lo suyo es que llueva. Lo hace de una forma especial. Las gotas de agua se precipitan con cierta violencia sobre la piedra vieja, como si de un rotundo redoble de tambor se tratara. La percusión acuosa, de golpe, pierde intensidad y cesa… hasta el siguiente redoble. A veces es más copiosa, otra menos, pero se podría decir que esa alternancia entre arreones y parones es una marca de la casa. La lluvia le da a todo, desde los edificios hasta la mismísima luz, un tono especial, casi único. Nada como poder disponer de unas horas para disfrutarlo.

Alcanzado Santiago de Compostela, visitada su Catedral (la primera de varias visitas) y cumplimentada la compostelana, nos alojamos en el Seminario Menor, ubicado no muy lejos del centro urbano (a unos 10 minutos), aunque sí en lo alto de una incómoda cuesta al otro lado del Parque de Belvís que se hace más dura aún por estar fuera del recorrido previsto. “Ya acabé el Camino”, piensas. Este albergue de 177 plazas, más caro (10 euros, salvo entre julio y septiembre que sube a 12) pero con buenos servicios (aseos mixtos, completos servicios de lavandería y cocina, camas individuales y un pequeño armarito con llave personalizada), también abre más la mano: los peregrinos deben estar de vuelta antes de la medianoche y deben abandonarlo antes de la diez del día siguiente. Un sitio donde son conscientes de que una pequeña fiesta y un poco más de sábana son dos cosas seguras alcanzado el final del Camino. La mayoría de los extranjeros recurren a él y el ambiente, además de internacional, es muy bueno. Toda una experiencia con grandes vistas panorámicas de la ciudad vieja y la catedral, aunque muchos prefiere alquilarse un hostal céntrico y poder disfrutar de la animada noche compostelana sin ningún tipo de restricción horaria. Para el brindis de rigor Santiago de Compostela es una urbe pródiga en buenos fogones, aunque siempre nos gustó La Tita (c/ rua Nova, nº 46; 981 583 981), con un servicio muy esmerado, atento y simpático y que también regentan un hostal del que nos han hablado muy bien. La Estrella Galicia es la misma cerveza que otros lares, pero sus tapas de tortilla, sus croquetas, su pulpo y sus raciones de zorza saben mucho mejor… Y no faltarán los vecinos peregrinos en la mesa de al lado.

Lo escribió José Saramago: “Siempre acabamos llegando a donde nos esperan”… Animaros a probar la experiencia del Camino. Aventura controlada por paisajes hermosísimos y con una meta llena de atractivos… Si es que no seguís hasta Finisterre, la verdadera meta para muchos. Aunque esa, como Santiago de Compostela en sí, es otra historia.


Última etapa del Camino, con la esperada meta en Santiago de Compostela. Sólo nos faltan unos 20 kilómetros, menos de media maratón. La proximidad a la capital gallega marca la abundancia de infraestructuras, tráfico, poblados y demás, algo que afea la ruta con respecto al carácter más cándido, y hasta virginal, de jornadas precedentes. No son pocos los peregrinos que prefieren marcarse una etapa más larga el día de antes para pernoctar en el Monte do Gozo y afrontar una etapa más corta y plácida hasta Santiago con el fin de acudir a la misa del peregrino. Allá cada cual. Se sea o no especialmente creyente, esta misa tiene un cariz especial... Y además de a las 12.00 horas (todos los días), los laborables también hay otra a las 19.30 horas. En una de este segundo horario pudimos contemplar el espectacular botafumeiro.

Una vieja casa en Pedrouzo. Si nos hospedamos en el albergue de la Xunta (Arca do Pino), tendremos que desandar nuestros pasos del día anterior hasta el punto de la N-634 donde comenzamos la subida hasta el casco urbano a Pedrouzo. Ésta, empero, rodea la población y  es factible tomarla (sin estar bien indicada por ese lado, eso sí) cogiendo a la derecha el primer gran camino que veremos si vamos en dirección contraria. La foto, de hecho, está tomada en esa búsqueda  alternativa de la ruta principal.

"Jill, before we finishid just like to say every step has been better with you. I love you". Historias de amor en el Camino. Las hay. No son un mito y no conocen ni bandera ni nacionalidad. Intensos días, intensas experiencias y primeras personas sin artificios.



Momento para recopilar. La etapa supondrá la última ocasión de caminar bajo el frescor vegetal de las corredoiras. Escribe al respecto Paco Nadal: "Conviene saborearlo con avaricia, porque será la última vez que el siseo de los pasos viole un espacio tan íntimo y misterioso; el Camino se acaba y lo que resta a partir de ahora nada tiene que ver con la magia y la metáfora".

Construcciones abandonadas en el entorno de Cimadevilla.

Caminando entre eucaliptos.

El arbolado ya no es tán tupido y la vegetación, aún presente, se abre tanto como baja de altura y esbeltez.

El Camino desemboca a las proximidades de una enorme rotonda donde nace la autovía de entrada a Santiago con la que también linda el aeropuerto de Lavacolla. Encontraremos esta escultura al apóstol, mal intento de darle encanto al lugar.

Caminando junto a las instalaciones de Lavacolla por un caminito que se percibe nacido ante la desaparición, infraestructuras mediante, de la ruta original. El vallado de sus perímetro, aprovechando el mallazo, está siendo decorado con improvisadas cruces de palos.

El "nuevo" andadero de Lavacolla fuera de contexto puede engañar a más de uno por esa verde, y breve, escolta arbolada.

Lavacolla. Iglesia parroquial de finales del siglo XIX.

Lavacolla. Paso por el poblado. Detrás de esas viviendas pasa un riachuelo en el que la historia dice que los peregrinos aprovechaban para asearse un poco antes de presentarse ante Santiago... ¡Poco efecto tendría el agua si se seguía empleando el botafumeiro para airear tan caldeado ambiente!

Repechón terrible de camino a Villamayor. Cortito, de hermoso contexto y rampas de las que se atragantan si no se adecúa el ritmo.

Dos ciclistas, a puntito de coronar lo más duro de este primer repecho, que a partir de Villamayor se convertirá en una ascensión más tendida mientras la ruta pasa junto a las instalaciones de la Televisión de Galicia (TVG) y otras empresas.

El tramo hasta alcanzar Monte do Gozo no tiene nada de hermosura y condena al pateo sobre asfalto. Pero llegados a la aldea de San Marcos, tras un gran giro a la izquierda siguiendo una señala que nos indica cómo llegar al campo de fútbol, en medio de una urbanización a ratos de apariencia ostentosa y en otros momentos de gente llana, encontraremos algunas construcciones pintorescas y un incremento de la decoración con motivos jacobeos. Para ejemplo, esta bota de piedra en la rua de San Marcos.

Rua de San Marcos, definitivamente la gran vía de acceso al Monte do Gozo. En ella encontraremos a Ionut Preda (1980), el paralímpico viajero, un hombre con más de cien caminos recorridos a sus espaldas que andaba buscando financiación para su documental Mil Caminos, un destino mientras se preparaba para ir a los Juegos Paralímpicos.

Monumento a Juan Pablo II. En la cima del Monte do Gozo se encuentra este homenaje a la visita papal durante el Año Santo de 1993. El monumento es una obra de la brasileña Condesa Yolanda d´Augsburg  Rodrigues. ¡Quedan cinco kilómetros!



Bajando desde el Monte do Gozo hasta Santiago de Compostela. Como se aprecia, muchas casitas en la periferia. A la izquierda quedarían las instalaciones del enorme albergue para peregrinos, el más grande de toda la red aunque sólo funciona a pleno rendimiento en grandes ocasiones.

Curiosa decoración en el patio de una casa que nos encontramos en la parte baja del Monte do Gozo.

Sigue el camino... Después de unas cuántas vistas y varias charlas, muchas teorías sobre las conchas y su sentido correcto.

Welcome to Santiago. Posadito de rigor.

Una de las primeras esculturas que nos encontramos en una plazuela junto a las primeras casas del casco urbano de Santiago: el monumento al templario peregrino. Una obra del abulense Santiago de Santiago (1999). ¿El único monumento del mundo dedicado a los templarios? Excesiva afirmación, valoramos.

Otra escultura urbana de inspiración jacobea.

Dos peregrinos en plena última etapa. El caminante de la derecha es un estadounidense que arrancó en Roncesvalles. Sus sobrecargadas piernas daban impresión. Sin prisa ni pausa llegó a Compostela.

Una hermosa fachada del barrio de San Lázaro, el que nos recibe al llegar a Santiago.

Escultura de una especie de buda con la boca abierta en un parque de la capital gallega ubicado junto a la rua das Fontiñas.

Rua da Fonte dos Concheiros.

Un bar donde dan ganas de parar a tomarse algo... tranquilamente, por supuesto. En la rua dos Concheiros.

Rua San Pedro.

Más fachadas visualmente atractivas y peculiares en la rua San Pedro.

Todavía por la rua de San Pedro.

A puntito de alcanzar el cruce con la rua das Rodas y la rúa da Virxe da Cerca.

Rua das Casasa Reais. Tras cruzar la llamada Porta do Camiño, estamos en el auténtico, genuino y verdadero centro de Santiago de Compostela y degustarlo a pasos es un deleite.



La rua de Acibechería (Azabachería, en castellano) ensachan cerca de la plaza del Obradorio, formando la praza da Inmaculada. En uno de sus lados, el antiguo monasterio benedictino de San Martiño Pinario y el Seminario Mayor, un buen albergue junto al centro mismo....

... y al otro un acceso, su fachada norte, a la majestuosa catedral de Santiago, con vistas a una de sus dos esbeltas torres, la de la Carraca.



La icónica fachada de la catedral de Santiago de Compostela, una joya arquitectórnica barroca (pero del siglo XVIII, impulsada para proteger la románica) vista desde la plaza del Obradorio.

La catedral de Santiago. A la izquierda, torre de la carrera. A la derecha, la de las campanas. Dicen que hay que verla lloviendo... como toda la ciudad en sí. Y estamos absolutamente de acuerdo.

Detalle escultórico de la escalinata de acceso a la catedral en su fachada del Obradorio.

Escalinata de acceso desde la plaza del Obradoiro.

Aldaba de una de las puertas de la catedral de Santiago de Compostela.

En primer plano, un detalle del Pórtico de la Gloria, joya del románico cuya restauración avanza lentamente ante la falta de fondos para abordar algunos problemas estructurales de la gran reforma del siglo XVIII dirigida por Casas Novoa.

El interior de la catedral, con el altar mayor presidido por la imagen de Santiago el Mayor.



Puerta Santa, también conocida como Puerta del Perdón o Puerta de los Veintisiete Sabios. Este acceso, abierto en el siglo XVI, únicamente se abre en Año Jacobeo (cuando el día de Santiago cae en domingo) y en la tarde del 31 de diciembre. Era protagonista de un curioso ritual.

Dos operarios, tiraboleiros, transportan el botafumeiro, el esparcidor de humo que propaga el olor a incienso que antiguamente aliviaba los malos olores de los peregrinos. Ahora sólo se  le puede ver en acción previo pago de 300 euros (porque la Iglesia dice que es una ofrenda y no un espectáculo) o durante doce días de cada año. Al frente, claro el día de Santiago. Nosotros tuvimos suerte y en la tarde de nuestra llegada una empresa abonó la ofrenda.



Otra imagen de la Puerta Santa, coronada por esa cruz latina

La plaza del Obradoiro. Enfrente, el neoclásico Pazo de Rajoy, sede del ayuntamiento y del gobierno de la Xunta de Galicia.



Las compostelas, o compostelanas, los documentos que acreditan que el peregrino ha realizado el Camino. Al llegar a Santiago de Compostela hay que concretar su recogida, ya sea por motivos regliosos (devotionis affectu, voti vel pietatis causa), ya por motivos deportivos o por otros y siempre más allá de 100 km, en la Oficina de Acogida al Peregrino. Hay que presentar la Credecial del Peregrino, ese documento en el que compilaremos sellos y que nos permitirá el acceso a los albergues de la red. También nos informarán de todo lo que podamos necesitar (albergues públicos, direcciones, etcétera).

Otra de las cosas más sorprendentes del Camino es que cualquier lugar es bueno para plasmar una idea, un lema o una reflexión... algunas veces sobran; otras no. Cada sujeto impondrá sus límites.



Rua do Franco. Al fondo se intuye la torre de las campanas de la catedral.

CAPÍTULOS DE ESTA ENTRADA
Consideraciones para un Camino en ocho etapas y tiempo variable.

De Villafranca del Bierzo a O Cebreiro.

De O Cebreiro a Triacastela.

De Triacastela a Sarria por el Monasterio de Samos.

De Sarria a Portomarín.

De Portomarín a Palas de Rei.

De Palas de Rei a Ribadiso da Baixo.

De Ribadiso da Baixo a Pedrouzo.

De Pedrouzo a Santiago de Compostela.