Los muchísimos encantos de la dehesa comunal Monte Porrino (diciembre de 2011)



A la escueta definición de la Real Academia de la Lengua para “dehesa” (“tierra generalmente acotada y por lo común destinada a pastos”) le viene de fábula la generosa ampliación de la Wikipedia, un desarrollo que le hace mucha más justicia a lo que supone y significa este ecosistema tan Mediterráneo con muchos de sus mejores (no todos, faltaría más) exponentes en Extremadura y Andalucía. Y es que allí se aporta: “La dehesa es un bosque claro de encinas o alcornoques, con estrato inferior de pastizales o matorrales, donde la actividad del ser humano ha sido intensa, y generalmente están destinados al mantenimiento del ganado, a la actividad cinegética y al aprovechamiento de otros productos forestales (leñas, corcho, setas, etc.). Es un ejemplo típico de sistema agrosilvopastoral”.

La dehesa es un tesoro. Un abrazo entre lo natural y lo doméstico; un lazo entre el hombre y su entorno; un lienzo donde una multitud de sierras ondulan el horizonte; un manto de las generosas copas de la encina y el alcornoque. Para ejemplo, Monte Porrino, en Salvaleón. La Comarca Sierra Suroeste es pintorescamente atractiva por los alrededores de este pueblo pacense por entorno y por historias. Sus doce apóstoles o su cueva del tesoro en el Risco de Barbellío así nos lo recuerdan. Esta dehesa comunal es la cuadratura del círculo. Un icono ejemplar en lo que a sostenibilidad del medio natural se refiere. Un mar de encinas y alcornoques centenarios. Y tan interiorizado por sus vecinos que inspira el gentilicio, porrineros, que bautiza a sus nativos, ameniza muchas de sus jornadas festivas en el campo en el área de la ermita de San Isidro y tutela la marca de una de la cooperativa chacinera con cierto renombre y un logo muy simpático. Según la guía provincial 1.000 razones para visitar Badajoz, una ruta centrada en sus dólmenes se integra en la razón 54. “Rutas senderistas megalíticas”, nada menos.

Son 1.700 las hectáreas sobre las que se extiende esta, en mayúsculas, Dehesa Comunal en la que se enraízan los orígenes mismos de Salvaleón. Además de contribuciones a la citada cultura megalítica, el dolmen del Toril y la presencia de muchos enterramientos, tales como cistas o tumbas antropomorfas, los restos de villa romana, a la que siempre se conoció como fragua, o la multitud de majanos y refugios confirman de la presencia humana en el lugar. Resulta de interés la lectura de este estudio de María Teresa Sanjuán Gago para profundizar en la trascendencia megalítica. La riqueza de recursos, sin olvidar que no faltan tampoco los manantiales y abundan con las lluvias los arroyuelos, ponía a disposición del ser humano un generoso abanico de necesidades cubiertas. Las vistas en algunos puntos son un relajante colchón para los sentidos y algún rincón nos sorprenderá por los caprichos de las abundantes agrupaciones rocosas que salpican el terreno. Uno de ellos, el de la Piedrá Montá, relativizará nuestro sentido del equilibrio. El paraje conocido como el Monte Vendío asume la cota más alta, 790 metros sobre el nivel del mar para unos territorios con una altura media de 520 metros.

En 1462 Monte Porrino era una de las propiedades de los Suárez de Figueroa, los titulares del condado de Feria, quienes cedieron la propiedad al municipio un siglo más tarde. Una donación que alimentó a generaciones de porrineros porque allí pastaron sus ganados y de su madera nació hasta el carbón que calentaba a sus familias durante los fríos inviernos serranos. España se ayudó del Monte Porrino en la campaña militar iniciada por el Duque de Alba en 1580 con el objeto de garantizar la elección de Felipe II como nuevo monarca portugués. También ejércitos lusos durante las refriegas fronterizas posteriores y tropas panaeuropeas anglo-holandesas en la Guerra de Sucesión. La explotación comunal del monte permanece en nuestros tiempos e inspira una de las costumbres más arraigadas del pueblo, la del reparto de la bellota. Siempre en torno al puente de Todos los Santos, en el que se ha potenciado una interesantísima Ferias de Muestras, se celebra una subasta de las partes, esto son pequeñas divisiones de terreno magníficamente trazadas sobre el terreno aprovechando preferencias de paso y marcas de colores sobre los troncos, donde los vecinos pujan. Allí, claro, podrán recoger la bellota, la semilla del cerdo ibérico, el alimento de animales que posiblemente en un futuro lleven otra denominación de origen. Durante todo el año, no obstante, se puede disfrutar del Centro de Interpretación de la Dehesa (924 752 756), el primero de Extremadura dedicado al conocimiento del ecosistema y ubicado en un viejo molino harinero. Y si nos apetece profundizar más aún en el asunto, ¿qué mejor que pernoctar allí mismo? Un albergue y dos casas rurales, dos antiquísimas casas de campo, Caballería Nueva y Caballería Vieja, nos permitirán sentirnos con ese aire aislado que transmite la película Los Santos Inocentes. En un reino de la encina. El árbol extremeño por antonomasia. Ya lo dicen el himno: “Extremadura tierra de encinas, Extremadura libre camina”.


Monte Porrino. Mapa de ubicación (aproximada). Desde el centro urbano del pueblo de Salvaleón se indica cómo tomar la pista cementada que asciende en un kilómetro hasta el acceso a esta dehesa prototípica.


Media docena de arruyuelos estacionales de cierta entidad surcan y moldean la dehesa Monte Porrino.


Acceso cementado al Monte Porrino desde el casco urbano de Salvaleón, a la altura de la pequeña finca conocida como El guindal.


Acceso a la finca comunal Monte Porrino.


La dehesa comunal Monte Porrino se encuentra entre los espacios naturales protegidos por Extremadura por su riqueza. Además, inspira el nombre de una cooperativa


La pista principal que surca la dehesa.


Recios y robustos troncos.


Una de bellotas.




Nieblas de una mañana de diciembre...


Un contraste en las cercanías del Monte Vendío.


Dehesas infinitas.


Un amanecer con brumas otoñales.


Un majano, refugio de piedra. Hay varios repartidos por las diferentes hojas (división interna mediante históricas cercas de piedra).




El pilar del Toril. Los pilares son fuentes para el abrevado del ganado y el suministro de los humanos. En el monte habrá media docena de regular caudal.


Atardecer de verano.


Un claro entre encinas.


Una tela de araña entre las hierbas y la hojarasca que desafía al rocío.


Fíjense en el hongo que está surgiendo de la tierra.


Chozos reconvertidos en un establecimiento hostelero rural de un encanto increíble.


Los chozos. Otra perspectiva.


Monte Porrino.




Casa rural de la Caballería Vieja. Objetivamente es un pedazo de destino para disfrutar de una escapada diferente. Esta casa tiene tres siglos y se encuentra en medio del campo en un entorno maravilloso.


Los merenderos panorámicos de la Caballería Vieja.


Posadito junto a una enorme encina.


La dehesa, en pleno mes de agosto.


Diciembre.


Un revirado tronco se asoma al cauce seco de un arroyuelo.


Un mar de encinas.


Restos arqueológicos.


Un senderito abierto por el ganado ovino.


La Piedra Montá. El elogio del equilibrio.


La Piedra Montá. Parece ser que algún cenutrio hay pintado este monumento de la natureza con un espray.


El punto de equilibrio.


La Piedra Montá, todo un champiñón, en su contexto.


Un curioso habitante en una de las charcas que aprovisionan de líquido elemento a los animales, salvajes o no.


El arroyo del Campo.


Indicaciones frecuentes dentro del monte y que marcan una ruta de senderismo o cicloturismo de entre 14 y 17 kilómetros con salida y llegada en Salvaleón.


Musgos sobre el tronco de una encina.


La pista principal, escoltada por numerosas jaras en flor.


El albergue municipal, junto a la ermita de San Isidro y en el área recreativa del cercano pilar Barrero.


El area recreativa del Barrero, equipada con un enorme recinto que hace las veces de barra y cocina. Un lujazo para despedidas de soltero, romerías y quedadas de colegas, como bien podrán decir muchos.