Que Nuévalos no quede eclipsado por el Monasterio de Piedra (julio de 2010)



Al amparo del prestigioso reclamo turístico del cercano Monasterio de Piedra, los algo menos de 400 habitantes de Nuévalos (según datos de 2009) ya se ha acostumbrado al curioso hecho de que pese a ser la segunda urbe más visitada de la provincia de Zaragoza, justo por detrás de la capital, la mayoría de ese incesante caudal de visitantes tiene sus ojos y sus anhelos montaña arriba, en esos paisajes horadados por las aguas del mismo río Piedra que bordea la localidad y vierte su aporte al embalse de la Tranquera, tan seductor con sus tonos turquesas como preocupante por la presencia de los nocivos mejillones cebra. Eso de la cercanía, sería ilógico afirmar lo contrario, no deja a Nuévalos sin su porción de la tarta. No ya por los empleos que directamente crea en el pueblo o la comarca, sino por los servicios que a la luz del Monasterio han visto la luz. Hoteles que también son restaurantes. O, seducidos por las posibilidades recreativas de La Tranquera y el entorno, completos complejos de acampada.

Ahora bien, vaya una doble matización por delante. La primera. La construcción del embalse, y así lo recuerdan los más viejos del lugar, además de facilitarle el tan necesario abastecimiento de agua a los regadíos de la zona y las poblaciones, modificó absolutamente el modo de vida de Nuévalos. Las palabras de algunos lugareños con los que compartimos una agradable conversación fueron menos suaves que la explicación que recoge en su web el ayuntamiento del municipio, a la que recurrimos para contextualizar la influencia de esta obra: “[El pantano] inundó las mejores tierras de cultivo y sus más de mil habitantes quedaron reducidos a una tercera parte. El pantano cambió la vida del pueblo, y en adelante primó el turismo sobre la agricultura, comenzaron a surgir nuevos hostales, restaurantes y hasta un camping”. La segunda, una apreciación personal de índole económica: comparado con otros lares, y siendo obligado el reconocerle la calidad de sus materias primas, la hostelería no le resulta económica al bolsillo del visitante y el precio aumenta si recurrimos a una habitación. Tal fue nuestro caso en el céntrico
Hotel Río Piedra (976 849 007), de dos estrellas. Una doble por una noche, del sábado 10 al domingo 11 de julio de 2010, 70 euros. En concepto de reserva, no obstante, nos harán un cargo que ronda el 30 o incluso el 40%.

La situación de un Nuévalos, un Señorío en el Medievo que estuvo bajo el amparo de la Orden del Santo Sepulcro de Calatayud desde mediados del siglo XII, no deja de ser privilegiada, circunvalada por una profunda hoz labrada durante siglos por las aguas del Piedra por un lado, asentada en la ladera de un pequeño monte de cumbre amesetada, aunos 750 metros sobre el nivel del mar, por el otro. Resulta muy gratificante un paseo por la primera, convertidos en testimoniales monigotes ante las grandes paredes rojizas de piedra caliza donde multitud de pájaros dibujan trayectorias imposibles que se difuminan por el verdor de la parte baja. Es indispensable, si se para en Nuévalos, acceder a la segunda para ganar unas magníficas vistas del municipio y el río Piedra. Pero también para profundizar en sus restos de arquitectura popular, para descubrir la Iglesia de San Julián y Santa Basilisa o los restos del que fue un gran castillo fronterizo que ha llegado a los tiempos actuales resumido en un torreón restaurado y albergante de la oficina de turismo y un museo municipal desde 2002. En Nuévalos, los reinos de Castilla y Aragón mantuvieron un tira y afloja. La historia ibérica, en el fondo, nunca ha dejado de ser un tira y afloja. Y en esas estamos en muchas parcelas de la vida. Como sucede en la mayoría de los pueblos, como hacen las plantas cuando giran sus hojas o inclinan sus tallos hacia la luz de una ventana cercana, los grandes servicios, los comercios, los establecimientos hoteleros, se aproximan al tránsito de las carreteras. La vía principal que cruza Nuévalos, en ligera pendiente por cierto, es la A-202, carretera que une Calatayud hasta el límite provincial con Guadalajara. Buena parte de su flujo, no obstante, y dada la relativa cercanía con el centro peninsular (Madrid se encuentra a unos 230 kilómetros) y la A-2, llega por la A-2503, la carretera que discurre por el entorno de La Tranquera, une Nuévalos con la “balnearia” Alhama de Aragón y desemboca en la anterior en la parte baja del pueblo.

Finalizamos este recorrido por Nuévalos recordando el Romance del Guitón, en el que aparecen dos referencias al pueblo y al monasterio. Esta coplilla popular aragonesadice así:

En Ibdes está el pelón
En Jaraba la chaparra,
En Calmarza están las brujas
que buenos pellizcos daban.

En Nuévalos los bubillos
que por los picachos cantan,
En Cimballa está el barranco
El que toca las campanas.

En Aldehuela de Liestos
Hacen cucharas de pan y
Hace quince días justos
Que no han visto el material.

En Campillo los tratantes
Que por los caminos andan
Unos a vender jabón y
Otros a vender albarcas.

En Monterde están las putas
Que a los frailes se lo daban y
En el Monasterio de Piedra
Buenos polvos se arreaban.

En Abanto los chileros,
Munébrega zarandilleros.
En Carenas las prendices
que prendieron a Santa Ana
Por pasar por un barbecho
Que jamás sembrado estaba.



Nuévalos. Ubicación geográfica. Muy cercano al espectacular y muy recomendable Monasterio de Piedra, del que se podría decir de alguna forma que es la puerta de entrada.


Arquitectura popular casi suspendida sobre la erosionada roca caliza.


Más construcciones del pueblo.


Restaurada plazoleta frente al torreón, que quedaría a nuestras espaldas.


El torreón defensivo, original del siglo XIV y restaurado, al igual que su entorno, para acoger salas de museos y una oficina de turismo.


El torreón, último testimonio del castillo que perteneció a la Orden del Santo Sepulcro.


El casco urbano del viejo Nuévalos, visto desde las proximidades de la Iglesia de San Julián y Santa Basilisa.


Vistas sobre el Núevalos más "moderno", con las ruinas de una vieja casa en primer plano.


Más perspectivas.


La hoz en el entorno de Nuévalos, vista desde las cercanías de su iglesia.


Otra vista sobre la citada hoz.


Un paseo por la garganta que protege uno de los lados de Nuévalos.


Un bonito y fértil lugar para pasear.


Flores, cantos constantes de pájaros, rumores de agua que expanden un agradable frescor en el estío,...


La parte alta de Nuévalos, vista desde lo más profundo de la garganta.


Rocas erosionadas.


Una casa a medio camino entre las viejas concepciones y los nuevos gustos.


Arquitectura popular con más que seguros usos agrícolas y ganaderos (almacenaje de aperos y utensilios de labranza, etcétera).


San Julián y Santa Basilisa corona una especie de espolón rocoso. Fue construida en el siglo XVI sobre una ermita anterior. De apariencia modesta, su ubicación le aporta muchísimo encanto. Durante nuestra visita se encontraba inmersa en un lento proceso de restauración y acondicionamiento.


En la parte más alta del pueblo se encuentra la plaza principal, presidida por una escultura: "1884. Nuévalos agradecido a Mosén Antonio Colás Sicilia". Detrás, San Julián y Santa Basilisa. En un primer momento habíamos hablado de Santa Bárbara, pero un lector nos avisó del error en uno de los comentarios. ¡Mil gracias!


Una casa de toda la vida con el nombre de los propietarios en lo que sería el dintel de la puerta.


Un detalle de una construcción.


Una estrecha calle que nace en la plaza principal, entre dos estrechas, y esbeltas, fachadas.


Un perro se refresca en el espacio antiguamente dedicado al abrevado del ganado.


El pueblo, desde la garganta antes citada.


Conjunto de casas en ruina, abandonadas obligatoriamente con la construcción del embalse de la Tranquera, a mediados del siglo XX.


Mosén Antonio Colás, el impulsor del abastecimiento de agua.


Este silo acoge, efectivamente, una sala de arte.


Detalle de una habitación del Hotel Río Piedra: una persiana de las de toda la vida, con cuerda de las de toda la vida y un acople para fijar la cuerda cuando la enrollas.


El curioso suelo de la ducha.


Otra vista sobre algunos detalles de un baño del Hotel Río Piedra. En este establecimiento, por cierto, nos ofrecen unos interesantísimos fogones con platos de mucha calidad.