Grandes vistas en una agradable visita al conjunto de la Alcazaba de Almería (agosto de 2008)



Un privilegiado otero sobre las aguas del Mediterráneo y las tierras aleñadas, un testigo pétreo del esplendor y la decadencia de la ciudad que crece a sus pies, un faro sobre sus luces y sobre sus sombras, sobre sus grandezas y sobre sus miserias,… estas podrían ser algunas frases con las que presentar una visita al conjunto monumental de la Alcazaba de Almería, una grandiosa obra, maltratada por los devenires históricos desde las conquistas a los terremotos, que no ha comenzado a tener el reconocimiento y la atención turística que se merece una obra con un perímetro de casi kilómetro y medio hasta fechas muy recientes. Visto con perspectiva, peor le fue a la construcción original sobre la que Abderramán III, el que le había dado a Almería la condición de medina (ciudad) mediado el siglo X, edificó el embrión de lo que la historia, con varias remodelaciones por el medio, nos ha legado. Visto con más perspectiva aún, la de las foto aéreas, la alcazaba y sus tres recintos se asemejan a un enorme barco, con su cubierta, su puente de mando y hasta su mascarón de proa, en el Baluarte del Saliente. Desde dentro, algunas perspectivas refuerzan esta bonita y subjetiva percepción.

Hoy en día, sí, un preparadísimo cuerpo de guías y bedeles asesoran y contextualizan la grandeza e importancia de un recinto cuyo valor geoestatégico salta a la vista comprobando in situ su posición. Pero también sigue abierta la desengañante posibilidad de errar para todo aquel visitante que desconozca que el acceso fetén se encuentra junto a la calle Almanzor; y que, por cosas del perderse a propósito en el mar de callejuelas del barrio de la Chanca, aparece por el paseo Ramón Castilla y se deja guiar por la pendiente ascendente, llegará a una puerta, entrará en los alrededores de la parte cristiana, extramuros eso sí, y tendrá vistas interesantes y poco más. ¡Ay de aquellos temerarios que padezcan esa caminata bajo el calor! Desde la calle Almanzor, una generosa escalinata tan apta para humanos como para bestias serpentea hacia la Puerta de la Justicia, donde se encuentran las taquillas y otros servicios y se accede propiamente al recinto. Recordando las tarifas, las entradas eran gratuitas para los ciudadanos de la Unión Europea y muy económicas para los que no (en torno al euro y medio o dos, no más). Superado este trámite, nos encontramos de lleno el denominado parque de Castilla, el primero de los tres recintos en los que se subdivide la alcazaba. Por esos devenires históricos a los que nos referíamos con anterioridad, los mismos que han motivado más de una reforma, la alcazaba es un monumento vivo. Una viveza nacida de una importancia nada casual con algún aderezo de catástrofe natural, como el terremoto que la azotó en 1522. ¿Nada casual? Valoremos. Un puerto comercial importante del Mediterráneo occidental. Un punto geoestratégico valiosísimo para proteger el enclave. Una climatología muy benigna. Un lugar relativamente cercano a Granada… Y es que si La Alhambra es el monumento musulmán más extenso de los que nos han llegado, la alcazaba de Almería es el segundo gracias a casi su 1,5 kilómetro de perímetro. Y tal vez toda esa herencia comercial naviera haya encontrado su mejor plasmación en la forma “petrolera” que se le intuye al conjunto a ojo de pájaro.

La alcazaba, todo su conjunto, se subdivide en tres recintos. Por el que accedemos, muy reformado, vía Puerta de la Justicia, es de origen musulmán, en otro tiempo acogió numerosas edificaciones, como en una suerte de ciudad dormitorio palaciega, alberga hoy un parque, el de Castilla. De la importancia del agua para aquel asentamiento queda constancia en los restos de un aljibe. Paseando junto a sus almenas obtendremos unas vistas magníficas de la ciudad. Incluso tendremos al alcance de la retina el curioso Cable Inglés, otro símbolo de Almería. Al otro lado, el vecino Cerro de San Cristóbal y las murallas que ordenó construir el rey taifa Jayrán, del que toman el nombre. A través de la denominada Casa del Alcaide accedemos al segundo recinto, también de origen musulmán y en el que encontraremos los restos de la estructura palaciega de la edificación, los restos del Palacio de Almozatín y los ecos de leyenda del Mirador de la Odalisca, así como algún patio de ecos “alhambrescos” ciertamente encantador. El conocido como Muro de la Vela, coronada por una pequeña españada equipada con campana que se fundió y se instaló en 1763 bajo el reinado de Carlos III. En el horizonte, desde este segundo recinto, tendremos una perfecta visión sobre el ala más occidental de la alcazaba, de origen cristiano. Conquistada la ciudad en 1489, los Reyes Católicos no dudaron en destruir parte de la zona palaciega para levantar una fortaleza-castillo de robustas torres y patio de armas de aire muy marcial. Pequeño puente levadizo mediante, llegaremos a una parte del monumento que ofrece excelentes panorámicas sobre el entorno. No choca ese aire medieval en un recinto de transmite vida. Herencia de siglos de cambios.

De la pluma de Juan Goytisolo nos llega una buena descripción de lo que es, supone y transmite la Alcazaba de Almería. Escribe en La Chanca (1962): “La perspectiva de Almería, vista desde el hacho de la Alcazaba, es una de las más hermosas del mundo. Por tres pesetas, el visitante tiene derecho a recorrer los jardines desiertos, escalonados en terrazas, y puede sentarse a la sombra de un palisandro a contemplar un cielo azul, sin nubes. En el interior de recinto la calma es absoluta. El agua discurre sin ruido por los arcaduces y las abejas zumban, borrachas de sol. Las pencas de los nopales orillan el sendero que conduce a la torre del campanario. Un piquete de obreros retira escombros de una cisterna. El camino zigzaguea entre los chumbares y el forastero se detiene a admirar el mazo florido de una pita. Luego, cambiando de rumbo, prosigue su ascensión por el adarve, hasta la atalaya del torreón”.

Almería. Ubicación geográfica. No nos será muy difícil encontrar la alcazaba, mirador a la ciudad y sobre el Mar Mediterráneo.


La ciudad y el puerto de Almería, reflejado en las gafas de una visitante de su alcazaba.


La alcazaba, vista desde el barrio de La Chanca.


La calle Descanso se estrecha en su leve ascenso hacia el perímetro del conjunto monumental de la alcazaba, que se percibe claramente.


El recinto de la alcazaba, visto desde el paseo Ramón Castilla, con la Torre de los Espejos captando todas las retinas.


La parte más oriental del recinto y del paseo Ramón Castilla. Un lugar donde el turista aventurero se suele confundir pensando que va bien para alcanzar la entrada a la alcazaba. Ninguna señalización le ahorra el error.


Los barrios de la Chanca y Pescadería, a los pies de la alcazaba y su conjunto. Este antiguo arrabal musulmán, posterior núcleo de pescadores, fue durante décadas un foco de marginalidad.


El árido entorno nos transporta, efectivamente, a otros lares más propios del far west. Esta vista pertenece al lado más occidental del recinto.


Seguimos en el lado más occidental del recinto. Al fondo, los viaductos de la autovía que une Cádiz con Barcelona por todo el Levante.


Robustas torres de aires poco musulmanes, nacidas en la ampliación y reforma ordenada por los Reyes Católicos cuando la ciudad fue conquistada en 1489.


Detalle de una aspillera (o tronera), abertura por la que se disparan armas de fuego (arcabuces, etcétera).


Imagen del añadido de los Reyes Católicos y su cimentación pétrea.


Desde este punto tenemos una vistas excelentes sobre unas instalaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de explicativo nombre: Centro de Rescate de la Faunia Sahariana, también conocido como Estación Experimental de Zonas Áridas. Allí se han salvado de la extinción las gacelas dama mohor, que no han sido vistas en libertad desde 1968, y se capturaron ejemplares de gacela dorca, gacela de cubier, y arruís; estas especies están siendo reintroducidas en Senegal, Túnez, Marruecos,...


Una vista de las murallas del Jayrán y el monumento al Sagrado Corazón, en el cercano Cerro de San Cristóbal. Esa valla de la izquierda no sólo nos impide el paso, sino que nos salva de una caída de vértigo.


Maciza torre de la Noria del Viento, uno de los atractivos de esta "falsa" primera visita.


La Chanca y Pescadería, vistos desde unas escaleras en la parte más occidental del recinto de la alcazaba.


Un enorme crucero hace escala en el puerto de Almería. O Quizá sea un ferry de los que unen regularmente la capital provincial con otros lares de Europa y África. Nótese el tamaño del buque con respecto a las casas cercanas.


Éste y no otro es el acceso principal al conjunto monumental de la Alcazaba de Almería, desde la calle Almanzor y bajo la Torre de los Espejos. El paseo Ramón Castilla nos puede llevar a andar hacia el extremo más occidental, donde se encuentra otro acceso, parcialmente abierto y muy abandonado, al recinto reformado tras la conquista de Almería por los Reyes Católicos.


Una atractiva escalinata. No es original, sino una adaptación restaurada.


Aparece un vergel ante nosotro mientras seguimos escalando escalones.


Almería vista desde el acceso a su alcazaba.


La puerta de la Justicia, homónima a la existente en La Alhambra de Granada, es el punto de acceso al recinto. La foto está tomada desde su lado interior.


Antes de entrar, este curioso aljibe refrescará nuestros pasos.


El primero de los tres recintos interiores de la alcazaba, muy restaurado, sorprende con un cuidado espacio ajardinado: el Parque de Castilla. Al fondo se intuye el Muro de la Vela, que separa el primer y el segundo recinto, y la campana de la Vela (centro), fundida en 1763.


El Cerro de San Cristóbal, coronado por su monumento al Sagrado Corazón, poseedor de los restos de un antiguo castillo y rodeado por las denominadas murallas de Jayrán, que procedentes de la alcazaba salvan el Barranco de la Hoya.


Almenas y setos en el parque de Castilla, que en otro tiempo estuvo completamente urbanizado.


Ascendiendo unas escaleras camino del segundo recinto.


Un turista se asoma a la gran ventana de la casa del Alcaide, con vistas sobre el Barranco de La Hoya, el Cerro de San Cristóbal y la ciudad, claro.


Acceso al segundo recinto, originariamente la ciudad palaciega musulmana, a través de la denominada Casa del Alcaide.


Los patios de este segundo recinto son de gran belleza.


El antiguo recinto palaciego, con los restos del Mirador de la Odalisca a la derecha de esta fotografía.


La ciudad, vista desde una especie de azotea existente en el Muro de Vela, con el recinto asemejándose en cierta manera a la cubierta de un barco. El Baluarte del Saliente sería el mascarón de proa de esa gran nave que recuerda el conjunto monumental de la alcazaba.


Otra vista sobre los restos del antiguo recinto palaciego musulmán. En un segundo plano, la Torre de Homenaje, del añadido cristiano del siglo XV inconfundible por su estética de castillo.


Vistas de Almería desde las murallas del segundo recinto.


La Torre del Homenaje, esbelta y firme, es impresionante. Bonito y curioso contraste con un entorno quebrado y seco.


No debe extrañarnos en absoluto la gran cantidad de gatos que encontraremos, como unos habitantes más, dentro del recinto. Algunos ofrecen instantáneas muy graciosas con sus miradas curiosas o inquietas.


El patio de armas del tercer recinto, absolutamente empedrado, y su Torre de Homenaje desde otra pespectiva.


Una puerta abierta sobre el azulísimo Mediterráneo.


Un viejo cañón que ya no aguarda enemigos y sí curiosos visitantes. En la Torre de la Pólvora.


Bóvedas "planas" de ladrillo en la Torre de la Pólvora. Ante todo funcionalidad.


Almenas sobre el Mediterráneo.


Restos de obras de ingeniería hidraúlica, uno de los puntos fuertes de la presencia musulmana en la Península nunca lo suficientemente valorado, presentes en el primer recinto.


Un último vistazo panorámico, con el Cable Inglés a la derecha, antes de irnos de tapas...