Panorámicas desde la estación de esquí de La Pinilla (enero de 2009, septiembre de 2010)


Pequeñito pero matón, el centro de esquí de La Pinilla, en tierras segovianas, no pude competir con la pujanza y el poderío de la estaciones pirenáicas o ese macrocomplejo con más de ciudad que de simple estación que es Sierra Nevada. Al menos no en oferta de servicios. Porque sí tiene en un mano plantarle cara al resto de orbe del esquí con un argumento nada desdeñable que justifica por sí solo su presencia en este blog: el de su contraste, un caso único, entre el blanco de la nieve de sus pistas, su cinturón de inmaculados bosques y ese tono entre amarillento y verdáceo que se extiende a sus pies. Un choque visual que en verano muta y ofrece unas panorámicas que confunden: parece que nos hayamos trasladado a otras latitudes mucho más lejanas. En ese contraste y la majestuosidad de su entorno, cumbres de más de 2.000 metros que, como conjuntos y subconjuntos, primero forman la Sierra de Ayllón y luego se integran en el Sistema Central, La Pinilla se convierte en un lugar que merece una vista. La primera vez que estuvimos en la estación era invierno y ese contraste panorámico del que hablábamos nos dejó un larguísimo rato embobados desde la cafetería del Gran Plató o Gran Plataforma, el área que es el centro neurálgico de la estación, una micromeseta a más de 1.800 metros sobre el nivel del mar de la que parte muchos remontes y en cuyas proximidades se concentran muchas pistas.

Es curioso como La Pinilla, una estación inaugurada en diciembre de 1968, ubicada en el término municipal del pequeño pueblo de Cerezo de Arriba pero gestionada por el ayuntamiento del más grande Riaza, podría pasar desapercibida a la vista si no fuera por los carteles que la publicitan. Muy cercana a la Nacional I, que abandonaremos en el desvío del kilómetro 104, y a la Nacional 100 que une Segovia y Soria, La Pinilla se beneficia de un vacile del Sistema Central: se nos presenta esta cadena montañosa como una enorme muralla y luego, acercándonos a sus cumbres, descubrimos valles, recovecos y demás. También pasa algo parecido en la zona de Arena de San Pedro, cuyas cumbres no son tan uniformes ni están perfectamente alineadas. Debido a un compromiso laboral, regresamos a La Pinilla en septiembre de 2010. La nieve, cosa evidente, apenas resistía en un par de neveros en lo más alto del Pico del Lobo (2.223 m), a cuyos pies se extiende La Pinilla. El resto, bosques y prados verdes que se extendían bajo alguna que otra nube amenazante ( y es que esta estación es muy dada a los cambios de tiempo bruscos). En medio de tanta naturaleza, las instalaciones principales de la estación, apenas una calle flanqueada por bares, establecimientos de alquiler de material, y las oficinas de la misma que van a morir a un telesilla de vértigo por el desnivel que salva de golpe, ganan mucho encanto. El mismo de su seductor contraste panorámico.

Lo cierto es que aquel sueño de José Pirinoli Gómez y el grupo de aficionados a la montaña que encabezaba, aquel proyecto que iniciaron en 1956 con los estudios previos, año a año sigue consolidándose. Son más de 40 años de estación, más de 40 años siendo una fuente económica para una zona poco poblada. Hasta un centenar de personas, casi la población de un pueblo de la zona, trabajan en ella. Entre las pérdidas y los beneficios, bajo el paraguas de esos casi 20 kilómetros esquiables han prosperado otros negocios (turismo rural, hostelería,…) con los que frenar la despoblación. Las estaciones de esquí y el impacto medioambiental que suponen son constante objeto de debate, especialmente cuando se habla de llevar adelante nuevos proyectos. Nosotros somos más amigos de la naturaleza tal cual, sin asfalto, sin cemento y sin humanos, si se permite. Pero en el caso de La Pinilla, pese a ese volumen de casi 100.000 esquiadores durante la pasada campaña de nieve que se reducen a un tercio durante la de verano, se difuminan conceptos como masificación o degradación. Al menos de momento. Esperemos que con esa pujante etiqueta de alternativa a otras estaciones tipo Valdesquí o Navacerrada, blindada por ese centenar de kilómetros que la separan de la capital, La Pinilla siga creciendo de forma sostenible y respetuosa. El entorno, un entorno que puede descubrirse en este interesantísimo blog, bien lo merece. Mucho mejor La Pinilla que Súper Riaza, por cierto, un nombre que hemos visto por ahí que le querían haber plantado.

Estación de esquí de La Pinilla, asentada las cercanáis de Cerezo de Arriba (Segovia) y muy cercana a la hermosa e histórica localidad de Riaza, en cuyo término municipal se ubica. La Pinilla descansa en la vertiente norte del Pico del Lobo, que con sus 2.273 metros es una de las cumbres más altas del Sistema Central. Por supuesto es toda una referencia dentro de la Sierra de Ayllón. Mapas de ViaMichelin.

Una mañana nubosa. La transición de un cielo cubierto a uno completamente despejado son frenéticos... Y nos regalán esas magníficas vistas sobre lo que se percibe como una bastísima meseta a los pies de la Sierra de Ayllón.

Carretera que viene desde Cerezo de Arriba y que nos deja junto a las instalaciones principales de la estación, a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar. La calidad del asfalto es buena y como puerto de montaña no presenta especial dificultad en lo que a pendientes se refiere. La carretera conecta Cerezo de Arriba y Riaza, carreteras SG-116 y SG-114 respectivamente, a través de La Pinilla.

Acceso a La Pinilla: a la izquierda, una pequeña explanada que cumple como aparcamiento; a la derecha, acceso a la estación. Todo recto por esta carretera nos plantamos en Riaza.

Otra perspectiva sobre lo comentado en el pie de foto anterior.

Una imagen del entorno de la estación y las montañas bajo las que se asienta. Tapado por las banderas, el Pico del Lobo (2.273 m).

Cota más baja de la estación: 1.497 metros.

El entorno de La Pinilla sin nieve.

Estación de esquí de La Pinilla.

Un posadito, a primera hora de la tarde, al final de una jornada en la montaña...

"Calle" principal, y casi única, de la estación de La Pinilla, área en la que se concentran los servicios de restauración, alquiler de material, alojamiento,... Al fondo, los remontes que ascienden hasta las cotas más altas.

¡Menudo remonte de vértigo!

Otra imagen de la llamada Zona 1.500, lo que podríamos denominar el núcleo urbano de la estación. Al menos donde se concentra más gente.

Las taquillas y el edificio de oficinas de la Zona 1.500.

Una quitanieves, junto al acceso a los remontes.

... Y el sol comienza a romper una gris nube que descargó agua y nieve.

Dando un paseo por los alrededores de la estación de La Pinilla. Al fondo, la (afortunadamente) pequeña urbanización existente junto a la urbanización.

El albergue de La Pinilla, apreciado entre la frondosa vegetación que rodea la zona baja de la estación. El albergue cuenta con hasta 56 plazas disponibles.

Camino asfaltado para servicios de la estación y acceso a la pequeña urbanización (Urbanización La Pinilla, qué apropiado) existente junto a la estación invernal.

Una pista que se abre paso entre los tupidos pinares que rodean la estación, completamente nevada.

Caminando bajo los telesillas...





Esquiadores de fondo a toda máquina y sin miedo a las pendientes.

Echando la vista atrás...

Un arroyuelo que baja de la montaña se abre paso pese a la nieve.

Los telesillas remontan hacia el Gran Plató, en la cota 1.800 metros, salvando 300 metros de desnivel en poco espacio. La ascensión da yuyu.

Remontando. Al fondo, la Zona 1.500.

Estamos en el Gran Plató, el centro neurálgico de la estación, a unos 1.800 metros. Las vistas están a una altura mayor. En esta imagen se aprecian los restos de un viejo telesilla que subía hasta las proximidades del Pico del Lobo.

Por el Gran Plató. ¡Aire purísimo!

El entorno del Gran Plató. A la derecha, las instalaciones del telesilla y la cafetería.

Posando con un montañón detrás. La Pinilla acogió en marzo de 1975 sendas pruebas (eslalón gigante y especial) de la Copa de Europa de esquí. No muchas estaciones españolas ha acogido competiciones internacionales.

Disfrutando del Gran Plató.

La cafetería restaurante Gran Plató, un buen sitio para tomar algo caliente.

En el interior de la cafetería restaurante Gran Plató.

Desde la terracita de la cafetería, vistas como éstas. Recordamos que estamos a unos 1.800 metros.

He aquí el contraste: la nieve de la montaña, el amarillo verdoso de la meseta.

En bicicleta de descenso, por Deit Extremo:


Cuando no es época de nieve, La Pinilla es una meca para las bicicletas de descenso y el senderismo.

Las faldas del Pico del Lobo, la esencia de esta estación invernal. Dicen que no hay centro de esquí sin una gran montaña detrás.

Los bosques cercanos a La Pinilla, generosos pinares.